Si hay que confiar en las leyes -que se apliquen, claro-, el futuro electoral se presenta en lo inmediato con cambios profundos y alcances desconocidos.
Ya nada será igual a lo que era, siempre y cuando se cumplan las normas como la que acaba de ser aprobada en el Congreso Nacional y la que se espera que salga en la provincia luego de que el gobierno -de generosa mayoría en Diputados- la anunciara el lunes en el inicio de sesiones ordinarias.
Con matices, son casi iguales. Difieren en algunos valores exigibles a los partidos y las agrupaciones internas, y en una fenomenal obviedad: a nivel nacional son obligatorias y en la dimensión provincial son voluntarias, aunque se sabe que en todo el país desde hace tiempo que sólo vota el que quiere.
Pero ambas establecen una instancia interna obligatoria para todo candidato a algo, que deberá ser sorteada con éxito antes de presentarse a las elecciones generales, como una especie de primarias de EEUU. Lo más parecido aún, es que las dos leyes provocarán un ejercicio político absolutamente diferente al de todas las elecciones hasta el momento. ¿Mejor? Se verá.
Habrá que ver si una ciudadanía tan temerosamente alejada de las agendas políticas se acostumbra a utilizar la doble chance del nuevo sistema, que es lo más provechoso que uno encuentra si tuviera que buscarle el punto de interés para la gente. Porque ahora, el ciudadano no sólo podrá elegir, supongamos, al presidente, sino a quienes quiere como candidatos a presidentes. Y parece mentira pero ese significado que legitima tanto debate ha permanecido empolvado y oculto en un rincón, detrás de lo que la dirigencia política decidió poner en primer plano para esta +reforma+: su propio interés.
Predomina, en cambio, la sensación de una nueva telaraña que se suma a la telaraña original de toda elección. Y telaraña doble no es negocio para el olfato inicial del supuesto mayor interesado, el ciudadano, al menos hasta que alguien haga un mejor esfuerzo para explicarle porqué será más interesante este sistema que aquel.
Mientras ese gesto se demora, habrá que entrar a la fuerza al terreno de las especulaciones que son las que motivan las reacciones, a favor y en contra.
Sobre lo que no hay discusión es en su carácter de irreversible: ya está, y habrá que aceptarlo. A menos, claro, que ocurra como ya le fue en otra ocasión a esta "reforma": impulsada por el PJ duhaldista del 2002 y anulada por unanimidad un año después, una vez que todos entendieron que no les generaba beneficios.
Dando por descontado que el oficialismo local aprobará la ley sin tocar la sustancia de como fue pensado por las usinas políticas del gobierno, lo primero que habrá que preguntarse es cómo impactarán las nuevas reglas de juego en el tablero político provincial.
Habrá, se descarta, una sola expresión del oficialismo, que puede contener en sus entrañas a varios aspirantes. Y del lado opositor se abre un abanico de posibilidades que van desde el scrum entre todos, al modo de la foto que se tomaron para manifestarse contra el DNU nacional, o la división en varias coaliciones. Vamos por parte.
En el oficialismo hay un gran interés puesto en esta ley porque consideran sus impulsores que les permitirá filtrar la interna sin necesidad de declaraciones altisonantes. ¿De qué interna se habla, si el propio gobernador Gioja dijo que no existe?. Cada uno lo podrá bautizar como más prefiera, pero lo evidente es que engordan a la sombra del Jefe varias expresiones dispuestas a sucederlo, y alguien tendrá que decirle al que no reciba la bendición oficial que su número no ha salido favorecido.
Pues bien, allí es donde encaja el valor estratégico de la nueva ley. Porque entre su articulado hay algunos requisitos no demasiado difundidos pero que terminarán siendo decisivos: el principal, el que obliga a todos los aspirantes a una interna a armar la lista casi completa con candidatos a gobernador y vice, diputados proporcionales y departamentales y al menos 12 de 19 intendentes, además de los avales con nombre propio de todos los distritos.
En las oficinas oficiales de donde salió el diseño del proyecto quieren saber quién será ya no el cabecilla de la lista sino los dirigentes que presten su nombre para integrar una nómina que irá eventualmente en contra de la que decida el gran elector, nada menos que el gobernador Gioja. Porque vocacionales con ganas puede haber, como las listas opositoras destinadas a la derrota por anticipado y con avales dudosos que solía armar el caucetero Emilio Mendoza para sentarse a la mesa de la negociación. El asunto es que haya quienes le sigan la corriente y se expongan de la misma manera pero sin la misma espalda.
Apuestan entonces a la lista única, o en su defecto a una lista oficial con la participación de las principales espadas -y el patrocinio del gobernador- contra la que decida ponerse al frente. Que en la actual relación de fuerzas es muy parecido a un suicidio.
Pondrá entonces cara de póker Gioja al momento de mostrar su juego, con cara de "a ver quién se pone al frente". Y será su modo de resolver un asunto que hasta ahora le está generando más problemas de los previstos: las fricciones entre los aspirantes a la sucesión como consecuencia de los desbordes de quienes no han acatado la voz de mando del Jefe cuando pidió a su tropa que se abstengan de librar una interna tan temprano. En ese plano, no ha conseguido Gioja su objetivo de mínima: que en su entorno no surjan forcejeos que terminen haciendo saltar las esquirlas a la gestión. Y eso es un verdadero peligro.
El remedio que analiza es el manejo de los tiempos más que el de las palabras. De los gestos, sin permitir sensaciones terminantes. La interna abierta tiene plazos que pueden llegar a apurarlo y no sería extraño que esos gestos deban comenzar a dejar paso a los pronunciamientos este mismo año. Ocurrirá si la elección nacional es adelantada desde su fecha legal en octubre, o si por alguna razón política las provinciales se desdoblan hasta 120 días antes. Por lo tanto, los plazos que dispara la nueva de 180 días previos pueden comenzar a regir el próximo noviembre. No es lo que les gustaría en las oficinas oficiales, pero es una chance. Más aún si la interna se convierte en carnicería.
Del lado de la oposición hay un gran signo de pregunta. Se supone que el principal derivador será la interna nacional: si los partidos de referencia nacional juegan separados, será difícil que en la provincia lo hagan juntos. Con alguna excepción: es casi seguro que el PJ disidente -De Narváez, Duhalde- vaya separado del PRO -Macri- pero aquí es casi un hecho que irán en la misma alianza sus referentes provinciales: Basualdo, Ibarra, Acosta.
De allí en más, pura especulación temprana. Que van desde la opción de todos juntos hasta un máximo de tres alianzas. La primera alternativa fue una expresión de deseos soltada en el encuentro de los DNU, en el que sólo faltó la pata opositora del bloquismo aunque hay quienes dicen que el ex intendente estaba en camino pero no pudo llegar.
Por lo tanto se perfila el acuerdo del PJ disidente y el PRO por un lado, y por el otro un acuerdo del panradicalismo junto al socialismo, lo que pondría en el mismo espacio a Marún, Mercado, Capello, María Luisa Velasco, Colombo y Miguel Arancibia, entre otros. Por cuerda separada aparece hasta ahora la Coalición Cívica de Carrió y Claudia Rosas a nivel local, renuentes a las otras dos opciones. Y varias incertidumbres que hará falta esperar: ¿qué hará el bloquismo, irá como opción interna en un acuerdo con el PJ, solo y opositor, u opositor con otros opositores?. ¿Y la Cruzada Renovadora?. Habrá más noticias para este boletín.
