Qué es un arquitecto, pregunté a una arquitecta de 36 años el otro día. ¡Estuvo más de 10 minutos diciendo tantas cosas que yo no había preguntado ni quería oír…! Hubiera querido oír que un arquitecto o arquitecta es un dibujante de sueños y más que un dibujante un intérprete de esos sueños.
En esta oportunidad quiero referirme a la Terminal de Ómnibus. Vetusta hace tiempo, desarrapada de modernidad, más parecida a las de puebluchos perdidos por ahí y con mucho que envidiar a la de San Luis… ¡a la de Catamarca!, con sus apenas 396.895 habitantes en comparación con los 740.000 nuestros y desde luego a muchas otras que nos circundan como la de la Rioja o el propio Caucete que hoy por hoy, aunque desaprovechada, nos supera en funcionalidad y diseño.
La terminal debe echarse abajo sin miramientos. No tiene para historia ni para recuerdo un diseño arquitectónico que merezca la pena de un encuadre estilístico o una escuela a seguir en cuanto a estructura y funcionalidad. Es casi de emergencia, siendo lo peor sus puertas de ingreso y su techumbre desoladoramente anticuada.
Frank Lloyd Wrigth alguna vez dijo dos frases que todo arquitecto debería hacer carne en su ser a la hora de proyectar: ‘La arquitectura debe pertenecer al entorno donde va a situarse y adornar el paisaje en vez de desgraciarlo’, y esta otra: ‘La arquitectura es vida tomando forma’. Con esto asociaremos a una nueva terminal las fundamentales dotes de seguridad y comodidad que un espacio así reclama a los ojos del turismo. La chatura de iluminación y colores es deprimente. Y bien sabemos que la primera impresión es la que cuenta.
El ingreso tiene que ser impactante, para no decir imponente, aunque una entrada ‘a todo vapor’ donde el predio tenga lindos negocios, luces, sanitarios con cambiadores para bebé, cafés para la espera resguardados del calor o del frío, a medida que nos vaya indicando las salidas o llegadas.
Nunca entendí, como sanjuanina, el porqué del formato tan poco funcional de las veredas de lajas desordenadas que dan ese toque tan poco llamativo y sí terriblemente deprimente al solo ingreso por calle Estados Unidos. Nunca entendí los colores, la falta de pequeños monumentos, ornatos, jardines. Es como si detestáramos el verde y lo que es más loco, nunca entendí que los taxis y coches de alquiler sean convidados de piedra cuando podrían subir y bajar por un acceso en desnivel como en Mendoza y darle la vida y la fluidez que necesitamos.
¿Vienen pocos colectivos? ¡Alentemos al turismo con lo novedoso de una terminal que ofrezca servicios y orientación turística de primera! No los dejan pasar porque no están en regla, ¡oblíguenlos legalmente a estarlo! Se necesita una oficina de orientación turística que en lo posible disponga de folletería, anuncie lugares de espectáculos y alojamiento pero con un ser humano que esté empapado de todas las posibilidades con que un turista puede contar. Tenemos un espacio que de grande y desaprovechado lo primero que entrega al viajero es desierto, soledad y abandono. Preferible salir huyendo rápido a destino que permanecer allí aunque sea unos minutos. Los precios recién ahora se están acomodando si hablamos de regionales o regalería del tipo souvenir que no dejan de ser los mismos que en todas partes con la diferencia que dice ‘San Juan’ pero… ¿dónde está el alfajor sanjuanino que ganó premios y fue elegido para representarnos? ¿Y por qué una fotocopia o una birome cuesta en la Terminal tres veces más que en cualquier parte?
El aspecto de los vendedores ambulantes son la semblanza misma de la necesidad mezclada con la desgracia, representada con una triste mantera en un rincón de una escalinata y un puesto de diarios o algún ciego voceando turrones rodillas en tierra. ¿Eso es la ciudad más linda?
Repensar la ciudad tiene que ver con cosas que ofrezcan una armonía y belleza de conceptos que sin quitar esencia a la Capital que deseamos nos distinga, pero que la eleven, la caractericen, sea en piedra laja o en travertino, en vidrio o las sencillas placas de yeso, tan comunes hoy en día.
Tiene más que ver con utilizar los materiales de manera más humana tanto como decorativa, tiene que tener simbología y significados. Para cuatro paredes bajas y gruesas y un techo pétreo ya están los edificios ‘gordos’ y ‘petisos’ que se construyeron en las décadas del ’50 y en los ’60 y que ya son agobiantes en el paisaje. Hay un exceso de gris en la ciudad. Desde el parque automotor al pavimento, desde los troncos añosos de los árboles, las acequias secas y los muros verde cemento desteñidos por el sol no tenemos matices ni hay un mural ni una fuente o caída de agua allí que vivifique cuando uno llega. Tal parece que un rodamundos (ese yuyo quebradizo del lejano oeste) fuera a pasar rodando en la desolada y disfuncional terminal que hoy padecemos. Todo pasa por las decisiones políticas y por la búsqueda de creativos que no se excedan ni pequen por defecto a la hora de interpretar un sueño que los sanjuaninos tenemos que empezar a soñar consultándonos, opinando y proyectándolo unidos.

