Es por demás interesante analizar lo sucedido este 8M en nuestro país.

A esta altura hablar de números, si fueron 400mil las mujeres en Buenos Aires o 5mil en San Juan, es sólo hacer un reduccionismo numérico del reclamo, sería solo una actitud machista de cuanta fuerza bruta tiene cada movilización.

Si fueron a la marcha porque tienen una ideología x, u otra. Si fueron apoyando al aborto legitimado, seguro y gratuito o en protesta por la violencia machista, o en queja de la brecha salarial, son simples notas de color, aunque se pinten los rostros, se pongan pelucas violeta y guirnaldas de flores.

Nadie, pero nadie (salvo un dinosaurio... que los hay y están vivos!) puede a esta altura negar la importancia de todos sus reclamos (de los expresados y de tantos otros que surgirán en el devenir de la historia).

Un cartel que se pudo leer decía "Duele gritar, pero más duele quedarse calladas". Y las mujeres -las que quedan vivas- llevan sobre sus espaldas, miles de años golpeadas, apaleadas en silencio. La consigna más clara fue dejar de callar lo que se había callado. Poder hablar lo que antes no se podía. Hacer lo de millones de mujeres que no tuvieron la chance de gritar.

Quedó claro que mayoritariamente la mujer ha tomado conciencia de la desigualdad que las afecta desde Adán y Eva, en todos los ámbitos: la calle, la escuela, la casa, la cama, el trabajo, la política, los medios de comunicación, la vida cotidiana.

Pensar u opinar que "la marea" feminista es una anécdota de verano, de un marzo de verano, es otra actitud patriarcal y minimizadora por parte de machos y hembras.

La manifestación del jueves ha encendido y ha sido claramente opositora. Opositora a todo tipo de opresión de género: Lo del jueves ha sido la máxima expresión de la demanda del empoderamiento femenino. Del fin de la dominación del patriarcado, que concibe a la mujer como inferior.

Nada será igual a partir de ahora.

Como todos los eventos que cambian la historia de los pueblos, no se sabrá las implicancias de este 8M hasta más adelante. Lo que podemos decir, porque se observa con mucha claridad, es que esta marea no dejará ningún territorio sin mojar.

Raquel Domingues do Amaral afirma que los derechos son hechos de sudor, de sangre, de carne humana podrida en los campos de batalla, quemada en hogueras... cada derecho tiene olor a sangre vieja... cabezas rodando en guillotinas, miles de mutilados, mujeres ardiendo en las llamas de las hogueras... Los derechos están hechos de fluido vital... los derechos no fueron obra de los funcionarios sino que se hicieron con la carne de la gente... miles murieron para convertirse en derechos... Cuando se concreta un derecho se eterniza esas miles de vidas.

Ahora o dentro de poco tiempo y gracias a su lucha el aborto será legalizado, los salarios igualitarios, la tasa de femicidio llegará a un cercano cero, los cargos electivos y de funcionarios serán para todos los géneros iguales, la violencia doméstica y laboral será solo una anécdota, el acceso a la educación igualitaria y cuantos otros derechos se habrán conquistado gracias al sudor, al olor a sangre vieja, eternizando lo que en este 8 de marzo se expresó (y que viene iniciándose desde hace siglos y seguirá).