¿Será coincidente el filósofo antiguo con el moderno? ¿Estaremos destinados a ser depredadores de nosotros mismos? 
 

"El hombre lobo del hombre''. La frase fue usada por el filósofo moderno T. Hobbes, concluyendo para él, que esta es la condición natural del hombre. La pregunta fundamental sería ¿el hombre es bueno o malo por naturaleza?, esa es la cuestión.  


A diario ponemos nuestra vida y la de nuestros seres queridos en manos de otras personas. Confiamos en nuestro sistema de orden social y las funciones asignadas a cada uno como los servicios públicos, empresas, y diversas asociaciones que cumplen un rol determinado y las personas ceden un consentimiento implícito o explícito en ellas.  


Ahora bien, la dificultad surge, cuando de manera más o menos continua, aparecen situaciones que tienen que ver con decisiones libres de hombres y mujeres, que ponen en juego la vida humana y en jaque el estilo de vida de la confianza. Para ilustrar cito algunos ejemplos: la tragedia del vuelo "Lamia 933'' que transportaba al equipo de fútbol del Chapecoense. En Brasil, casos salvajismo dentro del sistema carcelario. En Argentina, la tragedia de "Once'' (2012), con víctimas fruto de la negligencia y decidía. 


Así podríamos enumerar más casos en todos los órdenes: en salud, política, educación, religión. Sobre este último, puntualicemos el terrorismo incitado por el fanatismo. 


Me pregunto, Aristóteles ¿habrá tenido en la mente situaciones parecidas, cuando definió al hombre como animal político, o partió de una visión más esperanzadora? ¿Habrá pensado en un animal en concreto? ¿Será coincidente el filósofo antiguo con el moderno? ¿Estaremos destinados a ser depredadores de nosotros mismos?  


Por ahora me quedo con la respuesta de Víktor Frankl, que se opone a un determinismo y anhela esperanza en la libertad. Al final de su libro "El Hombre en búsqueda de Sentido'' expone la idea de su propia experiencia, que el hombre en definitiva, puede elegir quien ser. 


Quizás esta pueda ser una buena pregunta introspectiva que cada uno de los que acompañan esta lectura, pueda hacerse: ¿quién elijo ser y qué elijo dar a los que me rodean? En mi trabajo, en mis responsabilidades, con quienes se encuentran a mi cargo. En lo personal, contemplo a mi hijo de 4 meses y me interrogo ¿qué mundo es el que le dejaré, un bosque en donde se encontrará rodeado de lobos? 


Por lo pronto me respondo, que le ayudaré a ser una buena persona, coherente con una civilización más humana y no un lobito más, para la gran manada. Ojalá muchos puedan responderse lo mismo.  


Mientras tanto, a que las futuras generaciones hagan lo suyo, nuestro aporte es importante. Lamentablemente resulta claro que la ingenuidad y la confianza negligente, no es posible cuando hablamos de relaciones sociales en el hombre. La contención, observación y el control son necesarios para ayudarnos a ser mejores, sino preguntémonos qué pasaría si durante 72 horas dejara de existir la policía. Estas incertidumbres despiertan desconfianza, que, en vez de alejarnos entre nosotros, debería impulsarnos a pensar creativamente. 


Cuando Locke y Montesquieu idearon la división de poderes, perfilaron la búsqueda de un equilibrio. En general todos sentimos fastidio por los controles. Pero cuando son llevados a cabo con sentido común, eficacia, sin privilegios y sin burocracia, generan una ayuda positiva.