–PRIMERA PARTE–

El Dr. José Ignacio de la Roza murió lejos de su patria, en Perú, en completo olvido. El escritor Marcos de Estrada (1987) en ‘Seis sanjuaninos ilustres”, Editorial Tucuma, 28, señala ‘De la Roza murió el 9 de octubre de 1839, con el auxilio de la religión católica y atendido en sus últimas horas por Sarratea…Los restos mortales del doctor José Ignacio de la Roza fueron sepultados, por mediación de Juan Crisóstomo de Sarratea, en una bóveda o panteón donde descansaban los restos de otros héroes de la Independencia, en el cementerio de la importante ciudad de Trujillo, próxima a Santiago del Cao”. El autor, aseguraba el ámbito donde fue sepultado, su triste final fue el mismo que el de otros ilustres coterráneos y colaboradores de la gesta sanmartiniana, como Fray Luis Beltrán, en Buenos Aires y Francisco Narciso de Laprida, en Mendoza, sus restos no pudieron ser hallados con posteridad.

Pocos hombres a lo largo de nuestra historia como José Ignacio de la Roza, tuvieron el reconocimiento del general Manuel Belgrano y del general San Martín, de los miles y miles que estuvieron a sus órdenes. El Creador de la Bandera, lo hacía con sus palabras de gratitud, por su aporte prestado a la gesta libertadora. Mientras que el Libertador, lo hacía primero con un bastón de mando y luego con un retrato pintado por el capitán José Gil de Castro.

Con respecto al bastón de mando, Ismael Bucich Escobar (1936) en ‘Las Reliquias de San Martín en el Museo Histórico Nacional”, Año 1, Nro. 50,35. apuntaba sobre las características y el destino de los bastones de San Martín. ‘Dos bastones que fueron de su propiedad destacándose sobre el conjunto, de marfil uno, delgado, de una sola pieza trunca en su empuñadura: es el que usó algún tiempo en Mendoza y regaló después a su fiel amigo y colaborador José Ignacio de la Roza, teniente gobernador de San Juan. ‘Este bastón que fuera donado al Museo Histórico Nacional por unos de los descendientes de De la Roza, es de marfil, de una sola pieza de setenta y siete centímetros y medio de largo, con una perforación para borlas, faltándole la rica empuñadura de oro que tenía, la que fue sustraída cuando se produjo en Enero de 1820 el motín que depuso al teniente gobernador De la Roza.

Posteriormente, Cesar H. Guerrero (1981) en ‘José Ignacio de la Roza. Un apóstol de la Libertad”, Editorial Milcopias, San Juan, 249. aclaraba esta reseña, gracias a una carta: ‘La donación a este Museo la hizo su nieto, llamado también como el abuelo, José Ignacio, el 13 de julio de 1897, cuando el Dr. Adolfo P. Carranza andaba por las provincias recogiendo atributos históricos para su museo de Buenos Aires.

En la nota dirigida a Carranza, el nieto de De la Roza expresa: Distinguido Señor: Al regresar el Gobernador de la Roza le obsequió el bastón que le acompañó. Este existió hasta el año 20 con una rica empuñadura de oro, entonces tuvo lugar la funesta revolución de esa época y robado el bastón que algún tiempo después, apareció faltándole la empuñadura y regatón. Esta reliquia señor Carranza, debe tener un lugar preferente en el Museo nacional del que Ud. Es digno Jefe.

Quiera Señor aceptar los respetos….. José Ignacio de la Roza.

Como leemos en este valioso documento, el bastón permaneció en San Juan desde el año 1817 a 1897. Prácticamente 80 años. Ahora en el Museo Histórico Nacional, cumplió 119 años de ser exhibido en una de sus vitrinas.

En cuanto al segundo obsequio, el retrato del General San Martín, pintado en Santiago de Chile en 1818, por el pintor peruano José Gil de Castro. Este cuadro fue pintado al óleo cuando San Martín tenía aproximadamente 40 años de edad. Es uno de los seis o quizás más cuadros del prócer, pintados por este artista. En toda esta serie San Martín aparece de 3/4 de perfil derecho, con grado de coronel mayor y uniforme de granadero. El reconocido historiador y curador Roberto Amigo (2010). ‘Los retratos de gobierno de Gil de Castro, de 1818, de mediano tamaño, que están en el museo fueron hechos para entregar a las gobernaciones de Mendoza y de San Juan”.

Ernesto Quesada (1903). Las Reliquias de San Martín, Quinta Edición, Buenos Aires, 16 y17.Aseveraba en su trabajo. ‘otro retrato debido del mismo pintor y hecho en aquella época, el cual fue regalado por San Martín al señor J I de la Roza, gobernador de San Juan, en poder de cuya familia ha estado hasta hace poco que fue entregado al general Roca, hoy Presidente de la República, quien lo donó al museo. Este retrato es el mejor de la serie por el cariño con que esta cuidada la fisonomía; y bien á constituir el más notable documento iconográfico sobre el gran capitán argentino, pues lo representa en Chile en 1818, fresco aún los laureles de Chacabuco y Maipú el museo se ha esforzado, con razón, en popularizar esa joya por medio de la reproducción, distribuida profusamente al público”. Quesada lo consideraba como el mejor cuadro pintado por Gil de Castro de la serie.