Una de las ventajas de las próximas semanas será no dar cabida a los múltiples y distorsivos comentarios respecto a la realización y los resultados de las elecciones del 28 de junio. Se van a escuchar argumentos y amenazas encubiertas que nada tienen que ver con la realidad argentina, con la Argentina que la mayoría de sus habitantes quieren vivir. Y, quienes desvirtúan la realidad en esta ocasión, es porque pasan por alto la fortaleza interna del argentino y los resultados del profundo aprendizaje que adquirió en la política a través del tiempo histórico reciente.

Pese a todos los males que nos aquejan -recesión casi negada, conflictos gestados para sembrar incertidumbre y que preocupan a la comunidad nacional, falta de previsión estatal para enfrentar los compromisos- tal vez estemos mejor que en varios países del mundo. Estamos mejor que en Europa ya que la Comunidad Europea (CE) termina de admitir una caída del 4 % de su PBI que viene declinando en los últimos trimestres y mejor que España donde el desempleo está en el 20 por ciento.

¿Por qué estamos mejor?. Hay varias causas para analizar pero tomemos sólo dos: hay un valor interno no nominado en los argentinos y una especial fortaleza en las instituciones. Los dos hechos configuran una sociedad con rasgos propios y elocuentes que no podrá ser cambiada por la impronta de discursos y acusaciones que nada tienen que ver con la idiosincrasia del país.

Mal que les pese a quienes desde las tribunas evaden el contorno de la realidad, el ciudadano argentino sabe quién es quién, mide los hechos por la realidad y aunque critique y se sienta molesto siempre sabe lo que debe hacer. Y las instituciones, pese al deterioro que se les causa desde el poder -AFJP, Anses y ciertos sectores de la justicia- tienen fortaleza todavía. La extracción del dinero por parte del actual gobierno del Anses para otros usos que nada tienen que ver con los jubilados, dará origen a una denuncia penal -se comenta- contra su director ejecutivo, licenciado Amado Boudou. Eso es positivo, un funcionario no debe violar los códigos de la institución que está temporariamente a su cargo.

¿Pero por qué se debe llegar a esos límites, es decir terminar en la justicia?. Simplemente porque no se cumple con lo que establece la normativa de las instituciones. Cuando se adelantó la fecha de las elecciones, el destacado economista Antonio Margariti explicó que el 29 de junio el estado se quedaba sin un peso. Nadie contestó oficialmente a ésto.

Otra pregunta. ¿Por qué se degrada ferozmente a la oposición?. Algunos creen que porque el gobierno ha perdido seguridad en sí mismo.

Quienes así actúan políticamente, no saben que estas cosas siembran incertidumbres pero no por mucho tiempo. Antes o después sólo prevalece la verdad tan opacada ahora tanto por algunas estrategias del consumismo como por las desmedidas ambiciones políticas.

Willian James trabajó desde la Universidad de Harvard sobre la percepción, el pensamiento y la psicología experimental. Dijo que lo verdadero es "expeditivo" en nuestro modo de pensar, lo cual introduce un "beneficio vital" y que el concepto "verdad" se aplica a las ideas según su utilidad y no a los objetos; además, ese concepto no rige en el plano metafísico.

En definitiva, W. J. habló sobre la autenticidad del pensamiento. Pero el hombre de las actuales luchas políticas está muy lejos de esos principios. O peor, puede llegar a suponer que lo que dice es verdad y que la historia pasa por sus palabras. Cuando lo que demuestra, en realidad, es la falta de contenido o profundidad de sus conceptos, fenómeno al que se define como vacuidad de las ideas.

Una amenaza a mediano plazo. Este cuadro general hace que la juventud -o un alto porcentaje de ella- se sienta alejada de la realidad del país y de su cercano compromiso cívico. A ellos deberían dirigirse los partidos políticos que hacen docencia cívica para hacerles entender que en algún momento las cosas cambiarán y que ellos deberán tomar el timón de los cambios gubernamentales.

Más. La forma de hacer política y de gobernar deberían ser materia de discusión en los últimos años del ciclo secundario para poder formar ciudadanos con las aptitudes que deben tener los dirigentes políticos y o los agentes públicos. Posiciones para las cuales hay que prepararse para ejercerlas. Será la única forma de abolir esas costumbres partidistas que convierten en funcionarios y o legisladores a personas que no están preparadas para serlo. Eso pasa porque todavía funcionan los tradicionalmente llamados favores políticos.

Todo señala que hay que preocuparse por el porvenir cercano apelando -entre otras cosas- a la preparación de la juventud. Lo contrario paraliza socialmente.