En tanto pasa esta cuarentena se pueden ir perfilando algunos temas que cuando las actividades en el rubro turismo se reanuden habrá que considerar seriamente. Se trata de ver a la ciudad Capital como un centro turístico. Para ello tomaremos en consideración que no cualquier espacio puede ser un centro turístico, porque no es solo el espacio, sino que son los elementos que lo componen, su población original y los atractivos que es la materia prima que justifica su existencia como tal. Sin estos elementos faltaría la razón que motiva a las personas a viajar al sitio. Por ello la ciudad debe tener compuestos para ser atractiva turísticamente, su población y los componentes, naturales y culturales. A partir de éstos atractivos, es que las ciudades se convierten en centros turísticos.


Todas las ciudades turísticas tienen los dos tipos de poblaciones, la permanente que aporta lo suyo, el viajante de tránsito y la transitoria de visita que es el turista. En las ciudades que son netamente turísticas, la única actividad productiva es el turismo, la población permanente vive de dicha función, hotelería, restaurantes, más la programación de actividades que generan ocupación en diferentes sectores.


Cada centro turístico debe poseer su personalidad activa o tranquila, para permitir que el turista se relaje o lo active, según lo que esté deseando disfrutar. Es por ello que existe un nuevo paradigma, para cuando se planifican sitios con diferentes atractivos, activos o pasivos. El impacto del turismo en las ciudades por sus actividades a veces es bueno y otras no, ya que a veces cuando se planifican se reemplazan las actividades tradicionales por otras generando cambios que en ocasiones resultan positivos y en otras negativos. De todas maneras siempre es necesaria una planificación completa para que la ciudad no pierda su identidad que, en definitiva es lo que atrae al turista.


Es necesario que el turismo y el patrimonio trabajen en conjunto para evitar el deterioro de identidad de la ciudad. Un ejemplo de la falta de esta vinculación en la ciudad de San Juan la tenemos en la peatonal y en la ocupación de sus anchas calles con mobiliario. Estos cambios provocaron la despersonalización de la forma de ciudad moderna que tenía, con anchas calles y avenidas producto de un fenómeno de la naturaleza como fue el terremoto de 1944 y de las necesidades propias de los habitantes.


Hay cosas que se han cambiado en la ciudad que no han tomado en cuenta costumbres como que los cafés estuvieron siempre en las anchas veredas o las variaciones climáticas que son muy marcadas tanto de la mañana a la tarde o del verano al invierno y que condicionan la permanencia de las personas en el exterior. También está el tránsito vehicular, el movimiento comercial y actividades anexas.


La cultura de una ciudad se crea con errores y aciertos, durante un tiempo sin medida. No de hoy para mañana, con conocimientos científicos, técnicos y económicos. Para todo ello se necesita una integración social, y no el accionar independientemente de cada sector. También hace falta consultar, intercambiar ideas y proyectos para que como resultado se logre satisfacer a todos, no sólo a un sector.


La clave de todo es planificar y no improvisar. Hay que tratar de no perder la identidad de ciudad que busca el turista conservando al mismo tiempo las características de la ciudad para sus habitantes. Tenemos que mostrar nuestra ciudad moderna del siglo XX, orgullo de todo sanjuanino.

Por Lic. María Teresa Forradellas
Especialista en Turismo Cultural