Primera etapa (1655-1767): Cuando se hizo el traslado de la ciudad de San Juan a su actual emplazamiento, las cuatro órdenes religiosas que entraron fueron: Los dominicos y los mercedarios, ambas con predios otorgados por Jufré. Luego los agustinos, gracias a otras donaciones particulares.
Los jesuitas venían desde Mendoza a evangelizar, pero como San Juan era pobre regresaban a esa provincia. Hasta que en 1655, con la visita del padre Cristóbal Diosdado, nacido en Jerez de la Frontera, Badajoz, España, quien vino a misionar junto al padre José María Adamo, se registra la primera donación a la denominada Compañía, efectuada por don Gabriel de Malla o Mallea: "Les hizo donación de una estancia y una casa en lo mejor de la ciudad que fue enfrente de la plaza donde acomodaron la iglesia e hicieron vivienda, desde donde ejercitaron sus ministerios, enfervorizando al pueblo.”
A pesar de la donación, la Compañía no subsistió mucho tiempo, pero cada dos años volvían a misionar. Hasta que en 1712 un noble vizcaíno don Antonio de Marigorda, les donó la estancia en las Lagunas de Guanacache, y media cuadra del terreno de tierra contigua a la otra media donada por Malla o Mallea, quedando para la Compañía toda la cuadra comprendida entre las actuales calles Mendoza, Mitre, Rivadavia y Entre RÍos. Allí edificaron la Iglesia que luego en 1834 será la Iglesia Catedral de la Diócesis de San Juan de Cuyo (
La primera escuela que tuvo San Juan, ubicada donde hoy nace la Av. José Ignacio de la Rosa fue obra de los jesuitas. En este solar histórico que duró hasta el terremoto del "44 se pensó y se perfeccionó la industria vitivinícola. Además se impartieron conocimientos de agricultura y ganadería y se pusieron en práctica Fiestas Religiosas y los célebres Ejercicios Espirituales, que le dieron al San Juan de aquella época su identidad cultural.
El 11 de agosto de 1767, desde Chile llegó la comunicación que había que expulsar a los jesuitas de todos los dominios españoles.
Segunda etapa (1870-1995):Las pertenencias de los jesuitas pasaron luego a los franciscanos, posteriormente se fueron vendiendo los lotes en que se dividió la manzana. Pero el templo quedó, llegando a ser uno de los importantes del país y embellecido a través del tiempo, aunque hubiera gobiernos laicistas.
Durante el mandato constitucional de José María del Carril en 1870, actuando como gobernador delegado Benjamín Bates, se hizo un contrato para terminar la fachada del templo. Faltaba el frontis, las dos torres, las estatuas que adornarían las hornacinas de la fachada: De san Marcos, de san Lucas, san Mateo, San Juan Evangelista. La de san Pedro y san Juan Bautista para ser colocadas a ambos lados de la cruz. Estas estatuas se encargaron a Francia. Recién en 1874 siendo gobernador Manuel José Gómez Rufino, llegaron las 10 cajas con las estatuas de hierro. Cuando el terremoto del 44 se vieron seriamente dañadas. Mons. Ildefonso María Sansierra, las hizo llevar al Seminario, luego a la Casa de Betania, con la intervención y ayuda del arquitecto Gerónimo Tomba y del Jefe del RIM 22. Hasta que en el obispado de Mons. Italo Severino Di Stéfano, y después de 17 años fueron restauradas por la Prof. Lucía Alcalde y el arquitecto P. Baldi quienes les dieron un nuevo ámbito en este patio, sobre calle Rivadavia actual, donde se colocaron en el año 1995.
Tercera etapa (2010 a la fecha):"Una fuente para defender la vida de los niños por nacer”, titula la nota de DIARIO DE CUYO del 14 de diciembre de 2010. Esta fuente, fue realizada por misioneros de Campo Afuera, entre ellos Mauricio Terezko y su esposa; la familia de Raúl Sarmiento, Marcelo García y Carina Rojas; Nicolás y Claudio Reinoso, Raquel Castro y el padre Martín Reta.
Encontramos en este monumento y de manera simbólica, la parte posterior la cruz orientada hacia los cuatro puntos cardinales que significa La ecúmene católica. El agua como elemento purificador y la piedra, que constituyen una triada.
El monumento tiene dos pilastras como elemento de soporte de la estatua de San Juan Bautista y la otra de una fuente. En orden decreciente y adelante una pilastra adosada a las anteriores, las tres prolongadas verticalmente. Hay que tener en cuenta que el número tres simbólicamente significa la perfección y siempre está nombrado en la Biblia.
En la pilastra más alta está Juan Bautista de pie con un brazo extendido hacia arriba y la mano abierta mostrando los cinco dedos. En la iconografía del Bautista se convierte en el centro de atención, señalando lo trascendente, lo que está arriba, por encima y que escapa a todo lo terrenal.
Con este monumento y haciendo un poco de historia hemos enlazado muy brevemente tres tiempos: Pasado con los jesuitas, con la restauración de las imágenes; presente con la inauguración de monumentos, y la proyección del mismo al futuro.
Distintos tiempos, distintos hombres pero siempre con lo permanencia en nuestra fe y religión.