La jarilla, una de las plantas autóctonas de la provincia.


Siempre o casi siempre comienzo una nota comentando alguna experiencia personal. Creo que es la forma de darle sentido a estos comentarios que tienen por objeto contribuir a preservar nuestros recursos naturales como un bien para la provincia.


Cada vez que me ha tocado trasladarme de un punto a otro de la provincia, he quedado asombrada al observar nuestra flora natural y he comprendido que la naturaleza no hizo las plantas para llenar espacios, sino que le otorgó a cada una un objetivo específico. Y que es nuestro deber preservar este recurso.


Siendo maestra en Tamberías, Calingasta, joven citadina, caminaba por la ruta provincial 406, cuando me encontré cerca de una loma una máquina similar a un tren, lo que me llamó la atención ya que por el lugar no había ninguna vía. Pregunté a unos hombres que conducían el aparato de qué se trataba y me explicaron que era una máquina para extraer de los retamos un líquido que se utilizaba para curtir cueros, entre otras cosas. Pasado el tiempo esta tarea se dejó de realizar porque el retamo se estaba extinguiendo y además habían aparecido otros productos que reemplazaban el fluido que se extraía de la planta.


Otro ejemplo es el de la escoba de pichanilla, planta que es utilizada en la zona rural para barrer. Precisamente tengo una escoba que me regaló una artesana, cuyo mango luce liso y brilloso por la cantidad de tiempo de uso.


La pichanilla se utiliza para hacer las escobas en el campo porque su aroma hace espantar los mosquitos, además de cumplir con su función de barrer. Esas escobas autóctonas también se suele hacer de jarilla. Todas ellas, plantas naturales de nuestro campo, que se dan en suelos áridos.


Muchos desconocemos cuál es nuestra vegetación natural y su función. Hay plantas como la jarilla que tiene numerosas propiedades. Siempre cuento que en una ocasión en que explicaba a un grupo de turistas los beneficios de la jarilla, todos insistieron en bajarse de la movilidad para llevarse al menos una ramita.


El paisaje como recurso turístico se basa en el trinomio Turismo-Paisaje-Territorio, que permite su desarrollo productivo y turístico, con la particularidad de que nuestro paisaje natural no necesita agua de la misma forma que se la necesita para los cultivos que fueron adaptados para mejorar nuestra calidad de vida. Es aquí donde también entra en juego la necesidad de elevar la cultura ambiental de la población desde la escuela generando conciencia respecto a la conservación de la flora natural como también de la adaptada.


Es la flora la que nos brinda muchos de los bellos paisajes que tiene San Juan, especialmente en otoño cuando la variedad de colores y tonos amarillos confieren un ambiente maravilloso, como el que tuve la oportunidad de observar cuando en una época trabajaba en Médano de Oro.


Para preservar todo ésto debemos entender que la responsabilidad del medio ambiente no solo recae en las autoridades de gobierno o en los ambientalistas, recae en la escuela y también en las familias, cuya función es formar al niño o joven en la calidad de vida ambiental.


El deterioro creciente que se observa del medio, con una irracional devastación arbórea, constituyen hoy una amenaza que no es lejana, sino una realidad actual que está afectando a todos.


Por ello debemos promover campañas escolares, estudiar nuestra vegetación natural y la adaptada, plantando árboles y manteniéndolas. Y manteniendo vigente la consigna que antes se repetía hasta el cansancio: "Plantemos un árbol, plantemos cien más y no destruyamos un árbol jamás...''



Por María Teresa Forradellas

Licenciada en Turismo.