Partiendo de la premisa de que las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias), son la consecuencia y solución política a la falta de identidad, institucionalidad y democratización de nuestros empobrecidos y fragmentados partidos políticos, y desde la perspectiva del ciudadano común, abrumado por la diversidad de candidatos, propuestas y slogans de campaña, decidí esbozar una reflexión sobre el qué votamos en estas elecciones, resaltando algunas realidades que lleven a reflexionar sobre la viabilidad a futuro de este perverso esquema en el que nos vemos cívicamente obligados a participar.


Con 21 elecciones de medio tiempo desde el retorno de la democracia, en esta elección, a diferencia de elecciones anteriores, nos vemos en la disyuntiva de razonar y pensar sobre qué votamos y a quiénes votamos.

¿Votamos un modelo?

La elección parece estar polarizada entre la "derecha republicana" que nos gobierna o el "proyecto populista y nacional", modelos que parecen ser lo que está en discusión y sobre lo que como ciudadanos tenemos que decidir.


En una discusión con características bizantinas y setentistas, mientras observamos con incredulidad, zapping mediante, por un lado, las imágenes de la represión en Venezuela, la arenga de Maradona a tomar las armas en defensa del proyecto del pueblo venezolano, y por el otro las divergencias entre el grupo de las naciones más desarrolladas del mundo agrupadas en el G-20 sobre temas de tanta relevancia como políticas migratorias, cambio climático y apertura comercial. La polarización entre dos modelos es hoy una discusión carente de sentido y alejada de la realidad.


En el caso argentino, la dotación y abundancia de recursos naturales y la hoy decreciente capacidad y versatilidad de su recurso humano, es por un lado nuestra gran fortaleza y nuestra principal debilidad.


La toma de unas pocas medidas correctas en un contexto económico favorable a nivel mundial, nos vuelve a posicionar como un país viable, sujeto de crédito, pleno de oportunidades.


¿Votamos valores?


El Gobierno más corrupto en la historia de la Argentina, a tan solo 18 meses de dejar el poder, parece tener posibilidades de ganar las elecciones. La grieta que divide a los argentinos es tan ancha que la misma ya transcendió ideologías.


Parafraseando al "Mostaza" Merlo, las PASO son un pasito más para lograr el tan ansiado fuero de impunidad para que tanto candidatos oficialistas como opositores, encuentren un futuro seguro a las demoradas causas judiciales en las que están involucrados. Quizás los casos de este joven y proscripto político riojano llamado Menen, o el perseguido político de De Vido con sus festejos de impunidad al mejor estilo futbolero, sean las expresiones más significativas en este sentido. Obligados a votar debemos preguntarnos si es viable construir una sociedad civilizada o si continuamos convirtiendo a nuestro Poder Legislativo en el refugio de impunidad de esta sarta de denunciados, coimeros y procesados.

Nuestra riqueza, como gran fortaleza independiente del modelo de turno, se puede transformar en nuestra mayor debilidad.

¿Votamos gestión de gobierno?

Quizás el objetivo más valorado y buscado haya quedado relegado y minimizado. Históricamente, y en un balance de poder, las elecciones de medio término sirvieron para advertir al gobierno de turno sobre el respaldo político a las medidas de su gestión. En un símbolo de madurez democrática en las épocas más gloriosas de los gobiernos menemistas y kirchneristas, el oficialismo perdió, como consecuencia de la búsqueda de ese equilibrio.


Si bien el objetivo puede ser loable, cabe que nos preguntemos si en un país carente de políticas de estado consensuadas, las elecciones intermedias son válidas.


Si bien las PASO no dejan de ser un caro e innecesario sondeo de cara al poder, y en discrepancia personal a las mismas, creo oportuno dejar como una última reflexión la necesidad del ciudadano de votar, ya sea que el motivo del voto sea por un modelo, por valores o por gestión, o como la única forma de ir depurando y mejorando nuestro sistema político dirigencial. Quiera Dios que el domingo, como pueblo argentino, demos un "paso" en ese sentido.