El pasado 31 de octubre, Francisco viajó a la ciudad de Lund, Suecia, para un encuentro ecuménico. Junto a la primada luterana de Suecia, Antje Jackelen, junto al obispo católico de Estocolmo Ander Arborelius y otros representantes de la Federación Luterana Mundial, pudieron compartir momentos de oración y diálogo en la magnífica y medieval catedral de Lund. 
Es "el testimonio que el mundo está esperando de nosotros, el don de la unidad para que el mundo crea en la potencia de tu misericordia''. 


La profunda fractura provocada por el movimiento de la Reforma Luterana hace 500 años, visualiza hoy una forma de saneamiento en esta oración común realizada por el Obispo de Roma y los representantes de la Iglesia Luterana. Los diálogos ecuménicos que comenzaron hace 50 años, dan sus ricos frutos de comunión. 


Una vez finalizado el sermón del rev. Martin Junge, secretario General de la Federación Luterana, donde ha afirmado que "somos ramas de la misma vid'', Francisco ha pronunciado su homilía: "En este encuentro de oración, aquí en Lund, queremos manifestar nuestro común deseo de estar unidos a Él para alcanzar la vida. Es también un momento para dar gracias a Dios por el compromiso de tantos de nuestros hermanos, de diversas comunidades eclesiales, que no se han resignado a la división, sino que han mantenido viva la esperanza de la reconciliación entre todos aquellos que creen en el único Señor''. 


Es en este contexto de la conmemoración común de la Reforma de 1517, que el Papa visualiza una nueva oportunidad de acoger un camino común, que ha tomado forma en los últimos 50 años de diálogo ecuménico. 


"No podemos resignarnos a la división y a la distancia que la separación ha producido entre nosotros. Tenemos la posibilidad de reparar ésto, en un momento crucial de nuestra historia, superando controversias y malentendidos que en muchas ocasiones han impedido comprenderse unos a otros.'' 


Francisco ha pedido perdón una vez más: "También nosotros debemos mirar con amor y honestidad nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón''. Ya Juan Pablo II en el jubileo del 2000 había pedido perdón reiteradas veces por las ofensas y heridas que los hijos de la Iglesia han provocado en siglos de intolerancia en el servicio de la predicación.


Dicha división no era sentida ni querida por el Pueblo de Dios, que aspira naturalmente a la unidad. Ni menos aún por el mandato de Jesús, que pide "que todos sean uno, para que el mundo crea'' (Jn 17, 21). 


Citando el documento del conflicto a la comunión, firmado por ambas Iglesias en 2013, el Papa ha dicho que no se pretende realizar una imposible corrección de lo sucedido en el pasado, pero sí "contar esta historia en modo diverso''. 


Para Francisco si se reconoce que el don de la fe "viene primero'', la acogida cordial de ese don gratuito es la única actitud posible de ambas partes. Sin Dios no es posible hacer nada. Con Él, podemos llevar al mundo la Palabra de la misericordia.

"Como cristianos -ha dicho el sucesor de Pedro- seremos testimonios creíbles de la misericordia en la medida en la que el perdón, la renovación y la reconciliación serán una experiencia cotidiana entre nosotros. Juntos podemos anunciar y manifestar concretamente y con alegría la misericordia de Dios, defendiendo y sirviendo la dignidad de toda persona. Sin este servicio al mundo y en el mundo, la fe cristiana es incompleta''.


En suma, un cambio de mirada, de actitud, para volver a la unidad original que Dios siempre quiso. Atrás la desconfianza y la ofensa. El Papa lidera este proceso.