Los ataques contra tres iglesias cristianas y cuatro hoteles de lujo, que provocaron la muerte de más de 320 personas y 500 heridos durante el domingo de Pascua en Sri Lanka, están considerados como los hechos de odio religioso e intolerancia más crueles de los últimos tiempos, destinados a recrudecer la violencia en un país que ha vivido con este flagelo desde su época colonial hasta hace casi una década, en que inició una etapa de pacificación que, evidentemente, no pudo consolidar.


La reacción de la comunidad internacional ante estos atentados fue de absoluto repudio y condenatorios para los autores, en este caso el grupo yihadista Estado Islámico que el martes último se atribuyó los atentados.


La mayoría de los líderes mundiales, entre ellos el papa Francisco y figuras como Donald Trump, Vladimir Putin, Emmanuel Macron y Angela Merkel, coincidieron con el clamor de gran parte de la humanidad, en que es necesario terminar con esta ola de violencia que se extiende por todo el mundo, ya sea por diferencias étnicas, religiosas o de cualquier otro origen. Ha llegado el momento de que todas las naciones deben abocarse en forma conjunta a contrarrestar el accionar del terrorismo, en cualquiera de sus modalidades, a fin de garantizar a la gente un modo de vida que no esté amenazado por ideas extremistas que ponen en juego la vida de personas inocentes.


El hecho de que periódicamente se sucedan atentados terroristas en distintas partes del mundo es una prueba de que cualquier país puede ser objeto de estos fenómenos de violencia, en el momento menos pensado. Y es ante esto que la comunidad internacional en su conjunto, con la participación, en cada caso, de los respectivos países, deben llevar adelante un plan destinado a combatir el terrorismo en forma global, utilizando todos los medios tradicionales de inteligencia y tecnológicos que se disponen en la actualidad para este cometido.


Si bien Sri Lanka, un país insular de Asia, con 23 millones de habitantes, tiene una conocida tradición de violencia étnica originada desde su colonización por parte de los ingleses, la religión no fue hasta ahora el principal punto de desencuentro de las etnias que lo habitan. Por lo que estos atentados se gestaron en un nuevo contexto de violencia religiosa que se está dando en varias partes del mundo.


Desde antes de 1948, en que terminó el gobierno colonial británico, la población de este país ya estaba dividida entre cingaleses y tamiles. Los primeros mayoritariamente budistas, mientras que los tamiles son hinduistas (una de las religiones más antiguas del mundo que cree en la reencarnación y en una multiplicidad de dioses). Después que los ingleses dejaron esta isla, conocida popularmente como la 'lágrima de la India'' (por su forma geográfica), los cingaleses despojaron de su derecho al voto a los tamiles e instauraron el cingalés como idioma oficial del país y el budismo como primera religión. A partir de estos acontecimiento, en 1976 fue fundada la organización conocida como los "Tigres Tamiles'' cuyo objetivo era luchar por la independencia del pueblo tamil. Esta guerra civil se prolongó hasta 2009 con decena de miles de muertos y la intervención de varios países.


Hay que destacar que algunos incidentes de la guerra civil tuvieron connotaciones religiosas, a pesar de que su origen había sido solamente étnico. Aunque un bando era mayoritariamente budista y el otro hinduista, en ambos había también cristianos y algunos Tigres Tamiles eran católicos.


Finalizada la guerra civil, hubo un período de pacificación en Sri Lanka, con unas pocas muertes vinculadas al terrorismo. Los atentados del domingo quebraron esa paz y se cree que la causa está en que el nacionalismo budista, que durante todo este tiempo adquirió una forma de violencia en si mismo, atacó hace un tiempo una mezquita. Ahora se sabe que seguidores del Estado Islámico han estado esperando una revancha a esos ataques.

Por Alfredo U. Correa
DIARIO DE CUYO