El papa Francisco firmó el decreto que reconoce el martirio de Rosario Angelo Livatino, juez siciliano asesinado por la mafia en 1990.

Hace unos días, leía un párrafo del psiquiatra vienés, Viktor Frankl, fundador de la "logoterapia" que dice: "El hombre está siempre orientado y ordenado a algo que no es él mismo; ya sea un sentido que ha de cumplir, ya sea otro ser humano con el que se encuentra. En una u otra forma, el hecho de ser hombre apunta siempre más allá de uno mismo, y esta trascendencia constituye la esencia de la existencia humana"; y me preguntaba sobre concreto sentido de esta trascendencia hoy. Entonces recibí un mensaje de un amigo, el cual, conociendo mi desempeño profesional en el Ministerio Público Fiscal, se ocupa de ayudarme a descubrir y a profundizar en "la búsqueda del sentido de mi labor". Fue así que me contó la noticia de la futura beatificación de un juez. Esto es, en términos globales, de una persona que logró vivir "el sentido" de su trabajo en el Poder Judicial.

Reconocimiento papal


La noticia publicada por medios de prensa italianos y del Vaticano decía que: a fines de diciembre de 2020, el papa Francisco firmó el decreto que reconoce el martirio de Rosario Angelo Livatino, juez siciliano asesinado por la mafia en 1990.


El juez Livatino fue un laico, nacido en Canicattí (Italia) y asesinado por odio a la fe ("in odium fidei"), mientras iba camino a su juzgado, el 21 de septiembre de 1990, circunstancia en que fue emboscado por cuatro personas que, con una lluvia de balas, pusieron fin a su vida. Del juez, el papa Francisco dijo hace un año: "Un ejemplo no sólo para los magistrados, sino para todos los que trabajan en el campo del derecho: por la coherencia entre su fe y su compromiso de trabajo, y por la actualidad de sus reflexiones". En 1993, San Juan Pablo II se refirió a él como "mártir de la justicia e indirectamente de la fe". El futuro beato terminó sus estudios de abogacía a los 22 años con las mejores calificaciones. Al asumir su cargo como Juez, escribió en su cuaderno espiritual: "Hoy he hecho el juramento. Desde hoy estoy en la magistratura. Que Dios me acompañe y me ayude a respetar el juramento y a comportarme en el modo que exige la educación que mis padres impartieron".


Livatino dedicó su trabajo como Juez al estudio del "fenómeno mafioso" con la capacidad de encontrar nexos y recrear tramas, tanto que firmó sentencias que lo pondrían en la mira de la "Cosa Nostra". Compromiso y fe, en un hombre siempre atento a la persona y a la dimensión de la redención además de la del crimen y por tanto capaz de condenar, sin dejar de comprender. Destacan, sobre su trayectoria, la habilidad de darle alma a la ley.

Rosario A. Livatino era conocido por ser un juez incorruptible, con una moral que se amparaba en la Justicia Divina.

El atentado


El asesinato del juez conmocionó a Italia. Generó la atención mediática en el caso que él trabajaba en ese momento y que concluyó dos años después, revelando una red de corrupción conformada por políticos, empresarios y jefes criminales. Rosario A. Livatino era conocido por ser un juez incorruptible, con una moral que se amparaba en la Justicia Divina. A través de él, operaba la moral de un ser superior al cual no se le podía comprar. Pero era la Italia de 1990 y la mafia quería poseerlo todo.


Intentando que los integrantes de la Cosa Nostra fueran absueltos, las visitas al despecho de Livatino se volvieron recurrentes. Los mafiosos ignoraban que este hombre de leyes "estaba provisto de un sentido" que le impedía ceder a sus pedidos.


Este perfil preocupaba a los líderes criminales, sobre todo a Giuseppe Di Caro, jefe de la Cosa Nostra, quien harto del juez al que él definía como un "santurrón", dio una orden: acaben con Rosario Livatino.


Sin perjuicio de que la noticia me llenó de alegría, en mi condición de católico, entiendo que puede hacerse extensiva a todos aquellos que tienen la responsabilidad de la administración de la "cosa pública", cualquiera fuera su fe, y aún cuando no la tuvieran. Livatino se nos propone como un estandarte, un modelo a seguir. Fue un juez (funcionario público) capaz de hallar un sentido que lo trascendía, que iba más allá de él, sentido que le costó la vida.


Como corolario quisiera citar al maestro Ortega y Gasset, quien en su obra "La rebelión de las masas" se expresa del siguiente modo: "Mas el hombre al que analizamos (el hombre masa) se habitúa a no apelar de sí mismo a ninguna instancia fuera de él. Está satisfecho tal y como es tenderá a afirmar por bueno cuanto en sí halla: opiniones, preferencias, gustos. En cambio, el hombre excelente (noble) está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone".


 

Por Juan Manuel García Castrillón
Abogado.