Representación pictórica de San Jerónimo en su tarea de traducir la Biblia.

Los santos pueblan de fecundidad el mundo. Hoy nos referimos a un hombre que amó la Sagrada Escritura como pocos. Y en Ella, encontró la clave de su propia felicidad. ¿Por qué? Porque descubrió el Amor. Veamos algo de su vida.


Jerónimo nació en Estridón, hoy Yugoslavia, en torno al 345 en una familia cristiana. Fue enviado a estudiar en Roma y es alumno del famoso latinista Elio Donato. Luego comenzó el estudio del hebreo bajo la guía de un judío convertido. Trabó amistad con el teólogo Evagrio del Ponto (374) y también con Gregorio Nazianzeno, obispo y escritor.


Su fama está ligada a la famosa "Vulgata'', que es la versión latina de la Biblia. Un trabajo paciente que le llevó años de tarea: traducción del hebreo y del griego al latín, lengua popular en el imperio romano. Además escribió numerosos comentarios a los distintos libros que conforman la Escritura. Dicha labor la realizó desde el 391 hasta el 406. 


Vivió en Roma, ciudad en la cual algunas familias pudientes le ayudaban en la tarea de traducción de la Biblia. Después pasó 34 años en la ciudad de Belén y fue un periodo de intensa actividad literaria.


En Belén no todo era tranquilidad: fue invadida por los Hunos (402) y piratas sarracenos (410). Además los seguidores de Pelagio -monje británico que incurrió en algunos errores respecto a la libertad y la Gracia- incendiaron algunas casas de benefactores de san Jerónimo, entre ellos la romana Paola y su hija Eustoquio. Es decir, la vida del exégeta bíblico Jerónimo no estuvo ayuna de dificultades.


Para Jerónimo, la Biblia era un verdadero tesoro. A él se le atribuye la célebre expresión: la ignorancia de las Escrituras, es ignorancia de Cristo. Y qué mejor que conocer el amor que Dios nos tiene en Cristo, Hijo del Padre. La Biblia es un tesoro infinito de sabiduría y vida, un atlas iconográfico del amor, un servicio de luz para la vida. Juan Pablo II solía repetir: "La Biblia es el libro de Dios y sobre Dios; pero también el libro del hombre y para el hombre''. Ciertamente, allí están las victorias y derrotas de lo humano, las experiencias de un Pueblo que camina, el tejido que Dios trabaja para mezclarse con nuestro barro.


San Jerónimo es un ícono del amor a la Biblia, el libro que no envejece, porque contiene verdades y experiencias que no mueren. Su traducción al latín significó años de vida, si bien no se puede atribuir la totalidad de los textos, pues algunos libros eran revisión de versiones latinas ya en uso. Es el caso de los mismos Evangelios, que ya estaban traducidos al latín que se usaba, pero por insistencia del papa Dámaso, Jerónimo revisa atentamente los textos escritos.


Septiembre es declarado por la Iglesia, mes de la Biblia, en atención a san Jerónimo. Murió un 30 de septiembre del 420, en Belén. Estamos invitados a leer asiduamente la Escritura porque en el fondo, es una Carta de amor que Dios nos manda a los cristianos. La Biblia no puede estar cerrada o guardada en un armario de casa. Todo lo contrario, ha de ser "familiar'' en la yema de nuestros dedos. Es Luz de vida porque proviene del Corazón del Padre. 

Por Pbro. Dr. José Juan García
Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo