A 56 kilómetros de la Villa San Agustín y al pie de la Sierra de la Huerta, se halla la localidad de Chucuma. El poblado está compuesto por un poco más de 100 habitantes -en el siglo pasado llegó a tener más de 400 habitantes- que residen en pintorescas casas de adobe. El caserío se enmarca en un oasis que se alimenta de las aguas del río Chucuma.


Con la ganadería como actividad económica principal, el pueblo se destaca también por la calidad en la producción de dulces y artesanías en telar y cuero. En esta localidad se pueden visitar los petroglifos grabados al pie del cerro y, lo que es uno de los mayores atractivos, la Capilla de la Virgen del Silencio, centro espiritual de este poblado.

En Chucuma se pueden visitar los petroglifos grabados al pie del cerro y, lo que es uno de los mayores atractivos, la Capilla de la Virgen del Silencio.

Por referencias sabemos que hay muchas parroquias e Iglesias en el mundo que llevan por nombre esta advocación, ya sea Virgen del Silencio, Santa Madre del Silencio o Nuestra Señora del Silencio. La explicación es clara y conmueve, por lo que creo necesario recordarla en este pasaje:

Humilde altar en honor a la Virgen del
silencio-Chucuma, Valle Fértil.


"Recibió en silencio el anuncio personal del sorpresivo misterio de la Encarnación. Guardó en silencio su embarazo, no lo dijo a nadie, ni siquiera a su esposo, aunque para él fuera un asunto de importancia, ante lo que se vería comprometido y carcomido por las dudas, por la posible infidelidad y el descrédito, que podría incluso culminar en la humillante prueba del divorcio; y, como 'era un hombre justo, no quería denunciarla y resolvió dejarla ocultamente'" (Mt 1,19), meditó sobre la situación y decidió ausentarse, para que todas las críticas recayeran sobre él por haberla abandonado. Crecido su Hijo, un día, rompió el silencio de su vida privada y se fue a predicar por los pueblos una doctrina revolucionaria, que le hizo conectar con las gentes y saltar a las primeras ideas de la opinión pública. En María, su vida fue la expectativa en la disposición y aguardar callada en la discreción. Y el silencio más impresionante llegó; el sigilo más lacerante se presentó en el filo de la espada anunciada: el Calvario. 


El gran acontecimiento de la historia humana, la Encarnación del Verbo, se efectuó en el más absoluto de los silencios, en un profundo sosiego del alma entroncada en Dios.


Una calma similar se vive en el pueblo de Chucuma donde persiste este símbolo de nuestra fe. 

Por Mario Daniel Correa D'Amico  

Pedagogo -Investigador en Antropología Cultural - Seglar dominico O.P.