El mundo perdió a un grande y yo a una referencia. Nunca estuve muy atento a sus predicciones celestiales sobre si la Humanidad se extinguirá en 600 años, si Dios fue quien apretó el botón del Big Bang o si lograría conciliar la relatividad de Albert Einstein con la energía cuántica de los agujeros negros.


Mi referencia con Stephen Hawking siempre fue mucho más terrenal; más empática con su sufrimiento que con sus descubrimientos. Murió por la misma enfermedad incurable que sufrió mi mamá, esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una dolencia degenerativa del sistema nervioso.

 Stephen Hawking


 

Hawking fue inspiración y esperanza. Con su carisma popularizó la ciencia como Carl Sagan y por su intelecto compartió pedestal con Einstein, Newton, Galileo, Pitágoras y otros científicos que hicieron historia. También fue esperanza para millones de personas a las que les pronostican que sus vidas se apagarán en dos años o, con suerte, en un par más. Misteriosamente, como el Universo, Hawking sobrevivió más de 50 con la enfermedad.


El diagnóstico a mi mamá también fue de dos años, pero vivió cinco. No por ello la enfermedad fue menos cruel. Como un agujero negro, el ELA le fue consumiendo cada signo vital de su cuerpo. La dolencia no sería tan brutal si no fuera que los pacientes tienen lucidez hasta el último soplo de vida. Tuvo lucidez hasta un 10 de abril, día que sus pulmones colapsaron.


El golpe mayor lo sufrí cuando tuve que ir a ver a un neurólogo en el Hospital Palmetto de Miami. Señaló las siglas ELA, y sentenció: "Su madre tiene Lou Gehrig... le quedan dos años de vida''.


Sentí un baldazo de agua helada sobre mi cabeza como el que se hizo viral en 2014 para crear conciencia sobre el ELA. Debe haber sido la misma sensación que sintió Hawking cuando le dieron dos años de vida y "una derrota muy fuerte'' contra una enfermedad apocalíptica. Entonces, Hawking tenía 21 años y el mundo en sus manos: primera novia, nueva universidad y toda una vida por delante para estudiar "el matrimonio entre el espacio y el tiempo'', tal lo encarnó Eddie Redmayne en el film "La Teoría del Todo''.


Desde aquel anuncio, hasta sus 76 años, Hawking entendió que "alguien'' le regaló vida. Creo que logró sintetizar todos sus descubrimientos en una frase de científica humanidad: "El Universo no sería gran cosa, si no fuera hogar de la gente a la que amas''. Enseñanzas simples como estas y otras muy complejas, deberían inspirar a volcar más recursos para descubrir la cura del ELA.


Obviamente las distancias entre el universo de Hawking y el de mi mamá son siderales, pero confluyen en un agujero negro común. Ambos, en definitiva, creyeron que debe haber vida o una razón más allá de las estrellas. Él, desde la complejidad científica, siempre buscando descubrir al responsable del Big Bang y ella, desde la simpleza terrenal de la Fe, nunca teniendo dudas sobre quién fue El responsable.