Mientras muchos canales televisivos de nuestro país, quizás respaldados en la mal entendida libertad de expresión, muestran sin freno alguno, vergonzosas, groseras y chabacanas imágenes de pésimo gusto, hay otros que por fortuna lo hacen halagando la vista, el oído y el ánimo de los televidentes, grandes y chicos.
En los últimos se enfilan magníficos espectáculos de todo orden cuyos contenidos y escenas son de gran calidad, de alto nivel que enriquecen nuestra condición humana, nuestra cultura, nuestros conocimientos, nuestra educación tan salpicados por la bazofia maloliente de la farándula porteña.
Hay muy buenos actos deportivos, de carácter científico, los de viajes que nos transportan a lugares de maravilla. Los que instruyen sobre bellas artes, salud, gimnasia, pasatiempos, trabajo. Los que son de buen humor sano y con ellos reímos y nos hacen olvidar nuestros pesares. Y otros. Muchos más.
Particularmente quiero referirme a ciertos conciertos transmitidos por TV desde algunas salas argentinas, en especial locales, y otras de sinfín de ciudades de todos los continentes. Se goza gracias a la buena música, al canto, a la danza, a la poesía, al lenguaje. Hay sonido armonioso y no ruido insoportable. Hay decir y no gritar. Hay sosiego y no angustia. Hay educación y no barbarie.
En nuestra capital y en varios departamentos se está viviendo hoy ese excelente clima en salas grandes y chicas que son un lujo.
Aquí se está construyendo a marcha increíblemente rápida, según se comprueba, lo que será el fastuoso Teatro del Bicentenario. Ya se vislumbra lo que será. Un orgullo sanjuanino. Otro orgullo. Obra que deberá hacerse conocer en el país y en el extranjero donde se comprobará el esfuerzo y la creatividad del pueblo y del Gobierno locales capaces de ponerse a la altura, y más arriba aún, de lo hecho en otras partes. Se suma a los caminos, diques, túneles, estadios, viviendas, auditorios, oficinas y más y más.
Desde ya hay que idear su inauguración, que tendrá que ser de la envergadura y de la calidad que merece. Deberá cantarse el Himno Nacional. Habrá uno o dos discursos breves, brevísimos. Se desarrollará un programa netamente sanjuanino en el espléndido y funcional escenario engalanado con flores y tules, graduable foso de la orquesta para posiciones de distintas cotas, gran platea, varias y largas filas de palcos, unas sobre otras. De última generación serán los controles de la iluminación, del acondicionamiento del aire y otros detalles singulares. En especial la acústica, perfeccionada al máximo, gracias a las últimas creaciones de la tecnología moderna, novedad en el mundo.
Hay que tener en cuenta que San Juan dispone de intachable orquesta sinfónica, bandas de música militar y policial, conjuntos y solistas de tango y de lírica, populares y folklóricos de gran valía. Además cuenta con autores y compositores reconocidos, poetas y recitadores premiados, bailarines de ambos sexos de obras criollas y clásicas, coros de prestigio mundial, adolescentes, jóvenes y adultos consagrados, instrumentistas, y sigue y sigue la lista.
Para mostrar la cantidad y la calidad de nuestros artistas podría hacerse que cada uno interpretara sólo una composición, cada cual en su especialidad y sin intervalos, ni bises, ni arreglos que alteran y desvirtúan la belleza genuina de las partituras, que sí gusta a la generalidad. No habrá operarios inoportunos en escena, ni humo ni errores técnicos. Como se ve en la TV europea, se sorprende al público, muy bien trajeado para la circunstancia, con solistas o pequeños grupos de coreutas o ejecutantes interpretando unos cortos populares desde diversos palcos a nivel o elevados para el deleite y el aplauso ensordecedor.
A mi ver, me atrevo a sugerir que deberá elegirse un repertorio ágil y muy sanjuanino en lo posible, aunque haya que pecar de localismo. Otros lo hacen. No la música tediosa que invita al bostezo y al ronquido.
San Juan está despertando de un letargo aplastante y debe hacerse conocer en todas partes como comunidad seria y hacedora y no como un pueblo retrasado en el tiempo, desanimado y estático.
Ésta es otra oportunidad de mostrar al mundo que somos respetables, respetados y admirados para nuestro orgullo no disimulado. ¡Déle San Juan! ¡No se canse!
(*) Escritor.