Recuerdo aquel grupo de jóvenes, muy poco motivados, escépticos y desencantados. Al principio pensé que era un contexto poco propicio para hablar de valores e ideales. Pero mientras avanzaban las clases, me di cuenta que era el mejor escenario posible. ¿Acaso no brilla más la luz en la oscuridad? Y la Ética más que una ciencia filosófica práctica, es una luz en el camino que orienta nuestras conductas. Era cuestión entonces, de buscar estrategias pedagógicas adecuadas que interpelaran a aquel grupo de alumnos. Reconozco que no es una empresa fácil, pero las aulas no puede ser un lugar de claudicación moral.

Luchando contra la apatía

Así fue que me encontré con una frase de Julia Ward Howe (1819-1910) por demás motivadora: “Cada vida ha de tener sus espacios huecos que el ideal ha de rellenar”. Decidí trabajar a partir de aquella apatía que vacía de significado la lucha por ser mejor persona y no contra ella. En términos pedagógicos, el objetivo era animarlos a buscar algún ideal para rellenar aquellos huecos. A partir de dicha frase, pudimos consensuar algunos valores morales imprescindibles para la convivencia social y el ejercicio profesional. 

Sin embargo, a pesar de la juventud de mis alumnos el desánimo moral era notorio. Nadie dudaba, en teoría, de la función social de la profesión, ni de la necesidad de un ejercicio digno, acorde con aquella. La incredulidad radicaba en la confianza en sus propias fuerzas morales para llevarlo a cabo. Incredulidad que, según los alumnos, era alimentada por la falta de ejemplaridad de los adultos. 

Sin lugar a dudas, el desafío que debemos sortear hoy los docentes es la anemia moral que pretende instalarse en las estructuras del pensamiento de nuestros jóvenes. Habrá que recrear entonces estrategias que despierten de su letargo las fuerzas propias de la juventud, para hacer frente a la mediocridad que pretende domesticarlos. 

Vulnerables

Es verdad que a veces las personas con ideales suelen estar más expuestas y pueden ser derribadas por los dardos de la inquina. Será entonces, la hora de la resistencia y la audacia moral. Ningún contratiempo desvía al idealista de su meta y a la luz de ella encontrará la fuerza para resistir. Tal como dice José Ingenieros (1877-1925): “El que sirve a un ideal, vive de él: nadie le forzará a soñar lo que no quiere ni le impedirá ascender hacia su sueño”.

Lo cierto es que terminé aquella clase que nunca olvidaré, con una frase para reflexionar entre todos. La frase de autor anónimo decía: “Aunque la honestidad y la franqueza te hagan vulnerable. Sé honesto y franco, a pesar de eso”. 

Pulmón y adiestramiento

Al salir del curso, algunos alumnos me acompañaron con insistentes preguntas sobre cómo resistir a la mediocridad del ambiente. Eran pocos, debo reconocerlo. Pero a las altas cumbres donde el aire es más puro, no llegan muchos. Hace falta pulmón, adiestramiento y tirar siempre para arriba. Como dice Miguel Mateos en su canción (1984): “venga lo que venga para bien o mal, tirá para arriba. Si no ves la salida, no importa, vos tirá. No hay horas perdidas, no aflojes, vos tirá”.

 

Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora Instituto de Bioética de la UCCuyo