Hace unos días, el 31 de diciembre, fue recordado el natalicio del escritor Horacio Quiroga, ocurrido en 1878, en Salto, Uruguay, quien falleció en Buenos Aires en 1937 al quitarse la vida.
Toda su vida y su obra literaria estuvieron impregnadas de hondo dramatismo, en las que la realidad y la ficción se alternaron, se mezclaron, se retroalimentaron angustiosamente. Las tragedias parecían acompañarlo sin tregua.
El primer eslabón de su desdichada vida se presentó a los 2 meses de nacer porque quedó huérfano, al fallecer su padre accidentalmente al escapársele un tiro de escopeta mientras descendía de un bote.
Posteriormente otras grandes desgracias enlutaron su existencia al morir sus dos hermanas víctimas de fiebre tifoidea.
Ese acecho cotidiano de la muerte fueron marcando su vida de angustia y tristeza, sentimientos que trascendieron en la narrativa.
Al poco tiempo el destino le trajo un inmenso dolor, al suicidarse su padrastro delante de sus ojos, desalentado por un ataque de parálisis, otro duro golpe para el ya perturbado jovencito.
La vida trágica de Horacio Quiroga parecía no tener fin, cuando mató accidentalmente a un amigo a los 23 años, al escapársele un tiro de un arma que estaban probando.
Vida signada por el infortunio. La muerte de sus seres queridos lo fue hundiendo en una trágica atmósfera. Su vida fue de tragedia en tragedia y lamentablemente llegó otra nueva desgracia al fallecer su primera esposa después de agonizar varios días por ingerir veneno, producto de una crisis depresiva.
Esas angustiantes experiencias lo encaminaron a Horacio Quiroga hacia una prosa en la que predominaban temas de muerte.
Tantos sucesos lastimosos impregnados de fatalidad influyeron en su obra, saturándolas de un contenido trágico, con un velado fatalismo.
Finalmente Horacio Quiroga decidió poner fin a sus días, el 19 de febrero de 1937 en Buenos Aires, al enterarse que tenía cáncer de próstata bebió un vaso con cianuro.
Alfonsina Storni le dedicó estos versos: ”Morir como tú, Horacio, en tus cabales,/ y así como en tus cuentos, no está mal./ Un rayo a tiempo y se acabó la feria allá dirán.”
Baldomero Fernández Moreno le escribió: ”He aquí las cenizas, oh Salto de tu hijo,/ de ti salió y es justo que a ti vuelva./ El corazón de mármol ya es su eterno cobijo:/ el silencio, la sombra y el pavor de la selva.”
Al año siguiente se suicidaron sus amigos escritores Leopoldo Lugones en febrero de 1938 en una isla de Tigre y Alfonsina Storni el 25 de octubre de 1938, en Mar del Plata.
Las tragedias trascendieron a su linaje, a los hijos de Horacio Quiroga. Su hija Eglé se quitó la vida en 1937 y su hijo Darío se suicidó en 1951. La hija de su segundo matrimonio, Pitoca, en el verano de 1988 se tiró al vacío desde un noveno piso desde un hotel céntrico de Buenos Aires.
Ficción y realidad, realidad y ficción. Tragedia tras tragedia…
Todo el bagaje doloroso que vivió Horacio Quiroga, se espejó en su obra.
Los libros de Horacio Quiroga reflejan la conducta humana, en situaciones extremas impregnadas de horror, violencia y misterio Incorporó en su prosa la selva misionera, sus ríos, animales y caracterizó los personajes de la región.
Sintetizó la técnica del cuentista estableciendo pautas, estructuras para la tensión narrativa y el impacto final.
Las principales obras de Horacio Quiroga son: ”Los arrecifes de coral” (1901) poesía; ”El crimen del otro” (1904) cuento;
”Historia de un amor turbio” (1908) novela; ”Cuentos de amor, de locura y de muerte” (1916); ”Cuentos de la selva” (1918); ”Anaconda” (1921); ”La gallina degollada y otros cuentos”.
El mundo de Horacio Quiroga se impregnó de fatalismo, opacándose por una sombra trágica, en la que la muerte fue su constante acompañante y el eje de la imaginación.
Quiroga manejó con destreza las leyes internas de la narración, influenciado por el escritor norteamericano Edgar Allan Poe.
Vivió varios años en Misiones, inspirándose en la exuberante naturaleza para sus obras. Se lo considera uno de los mayores cuentistas latinoamericanos. Se destaca su estilo descarnado y la maestría para narrar la angustia humana en los cuentos que tienen como escenario la selva misionera. La obra refleja la conducta humana en situaciones extremas. Describió magistralmente la violencia y el horror.
El tema de la muerte fue el leit motiv de su narrativa. Recordemos el final del cuento ”A la deriva”: ”De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho y cesó de respirar”.
(*) Profesora en Letras.