"Estos niños han caído al mundo sin el día después, han perdido la magia de la vida (que no es tal si no es mínimamente digna), y nos pertenecen...''

Desgarrando, la imagen me salta al pecho. El texto del Face es suficiente: "..esto es Argentina, Provincia del Chaco. Esta familia camina kilómetros para tomar agua y comen lo que el monte les da. Pero el monte se achica, para todos, tristeza pobreza desolación". 


Una pobre madre ha cargado su sublime rol sobre la enormidad de su miseria y busca entre los desperdicios de la vida un lugar donde colocar y justificar la tristeza de sus tres polluelos que, descalzos como ella, sucios de intemperie como ella, despeinados del desamor con que la vida los acorrala, como a ella, han salido a inaugurar otro instante de Dios, sólo con la esperanza de respirar y mirar el mundo que no les pertenece; otro día que Dios les ha puesto al pie con misteriosa rudeza.


El ínfimo cachorrito los sigue. Así y todo, es posible que albergue alguna esperanza más que ellos, desprotegido, dependiente y ostentando la horrible escualidez de su cuerpecito desesperado de todo.


Cuando divulgué la foto escribí que quizá era la imagen más triste que vi en mi vida; que me partió el alma en mil. Si algún pintor hubiera querido describir la tristeza con realismo, es posible que le hubiera costado encontrar en su pincel un desahogo más crudo que éste. Me cuesta horrores comentar lo que es tan patente y desgarrador. La verdad es demasiado diáfana para narrarla. Sólo me inspira la reflexión que debe demandarnos el desamparo, el camino sin horizonte, la desvirtuación del cuerpo y la moral. Estos niños han caído al mundo sin el día después, han perdido la magia de la vida (que no es tal si no es mínimamente digna), y nos pertenecen; "nadie puede salvarse solo'', pregonaba e imploraba amargamente el poeta Armando Tejada Gómez, sabiendo que su suplica flotaría en el desamor de un país, de un mundo que generalmente no mira al costado. 


La fotografía exhibe que cada ser que la prestigia con su pequeña lucha cotidiana y nos acorrala con su hambre y soledad sangrantes, lleva alguna mochilita o bolsito como para que el hecho de portarlos les augure alguna esperanza, un pequeño objeto casi muerto que todavía les permita el atisbo de alguna respuesta. 


El paisaje se les ha tirado al medio del desamparo. El sendero polvoriento les permite, casi con el cinismo de la desesperanza, avanzar hacia alguna sombra desnuda y por lo menos saberse vivos.


El Chaco, República Argentina, país de próceres, gente buena y suficientes villanos como para despertarnos la indignación; de riquezas que a veces pueden insultar ante tanta miseria. Esta imagen nos apuñala. Tenemos una enorme deuda y sólo la solidaridad y las políticas sanas podrán achicarla. 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.