Cuando la multitud encontró a Jesús en la otra orilla de Cafarnaúm, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse". Ellos le preguntaron: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo". Jesús respondió: "El pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo". Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed (Jn 6,24-35).


El contenido teológico de estos versículos queda matizado por su procedencia del pasado y proyección hacia el futuro. Todo el pasaje está centrado en una búsqueda y un encuentro con Jesús; pero de un Jesús que es Señor al mismo tiempo. Así lo mostró al hacer que la muchedumbre comiese el pan después de haber rezado la acción de gracias, así lo manifestó igualmente al encontrarse de nuevo en Cafarnaúm en modo inexplicable, después de haber caminado sobre las aguas del lago. Ciertamente que la búsqueda que la muchedumbre hizo de Jesús no tenía estas características; la muchedumbre buscaba a Jesús más bien porque había quedado saciada: "Me buscan porque han quedado saciados" (6,26), pero el Maestro preanuncia un alimento como pan de vida.


Exhorta a buscar una comida que permanece hasta la vida eterna. El verdadero motivo de la búsqueda de la muchedumbre lo ve Jesús en haber comido de los panes y haberse hartado. Pero el pan que él dona tiene una cualidad superior, la de poder "saciar"."Trabajen no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece".


Ese alimento excluido está caracterizado con una nota de caducidad, algo perecedero; es como un eco de cuanto se había sugerido antes al ordenar que se recogieran los pedazos de pan sobrantes para que no se "pierdan" (6,12). Es también un anticipo de cuanto se dirá después al hablar del maná: murieron aquellos que lo comieron (6,49). El mismo maná está descrito en el libro del Éxodo, sujeto a la descomposición y podredumbre (cf. Ex 16,20). El esfuerzo se ha de poner, por el contrario, en buscar un alimento que permanece. 


Este pan es "verdadero" (ton alezinón). El sentido de esta acción pone de relieve su aspecto genuino, auténtico y perfecto. El pan del cielo que se dio en el pasado era sólo prefiguración de este otro pan. "El pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo". Es un pan que baja (ókatabaíno) y da (didoús). Se contrapone el lugar de procedencia "el cielo" (éktouoúranou) y el destino: "al mundo" (tókózmo). El contenido del "bajar del cielo" no es sólo una imagen literaria; es el movimiento característico del Hijo del Hombre. Lo que confiere y da este pan, y también el Hijo del hombre, Jesús, es vida (zoén). Se trata de la vida que tiene el Hijo como suya y la comunica.


"Señor, danos siempre de este pan". La muchedumbre refleja el interés propio igual que la Samaritana cuando pidió agua para no tener que ir más al pozo a sacarla (Jn 4,15). Él es el Pan de Vida: "Yo soy el Pan de Vida". Es claro que nos sentiríamos dichosos si hubiéramos podido, como los pastores de Belén, acudir al Portal a adorar el Niño, y que si la Virgen María lo hubiera puesto en nuestros brazos, habríamos saltado de gozo; nos parecería el Cielo. Al Cura de Ars se debe este pensamiento. Si después de haber comulgado, al retirarnos del templo, alguien nos dijera: ¿qué llevas a tu casa? Bien podríamos responderle: "Llevo el Cielo".


Tenemos motivos para ser agradecidos. En cada comunión nos llevamos con nosotros a la eternidad, y la grandeza del Cielo inunda nuestra pequeña alma.


¿Comulgaría también Nuestra Señora en la noche de la última Cena? No es temerario imaginarlo. En todo caso, no ha habido en el mundo comulgante más creyente y devota que ella. Comenta el poeta español José María Pemán lo bien que entendería la Virgen este misterio de amor que es la Eucaristía. "¿Entiende alguien del todo lo que dicen los enamorados, los novios, los poemas o los cantares de amor? El amor disparata siempre de algún modo. Y no es de los menores y más punzantes disparates aquello que toda madre dice muchas veces al besar a su hijo, que María ciertamente habría dicho alguna vez a Jesús: "te comería".

Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández