Establecer nuevas vías de la existencia de Dios es poder determinar si el cruce histórico entre el hombre y un ser divino fue posible a partir no solo del significado de un sideral encuentro como fenómeno sino por lo que derivó del mismo como amistad entre el hombre y Dios.

El descripto fenómeno astronómico por el cual "’se produce el detenimiento de una estrella” debe tomarse en el contexto de que todos los cuerpos celestes están en continuo movimiento de este a oeste en el transcurso del día, no obstante se toma el detenimiento en cuanto a las estaciones planetarias en relación al zodíaco o a las estrellas fijas, hecho de relevancia astronómica.

Cuando los magos encuentran al nacido Jesús el planeta (Venus – "’la más brillante de todas las estrellas”), habría terminado su movimiento retrógrado, volviéndose estacionario e invirtiendo la dirección de su movimiento sideral, entendiéndose este como el espacio que ocupa el lugar de los astros o estrellas. Es decir que si se genera una diferencia apenas apreciable respecto a su dirección aparente, ello implica considerar el movimiento de la tierra en sus variaciones en el índice de su rotación. Así, y en paralelismo, el comienzo del reinado del Mesías también se esperaría en ese día tan expectante. Cuando Venus, la hacedora de reyes tuvo su salida heliaca específicamente en el día de Año Nuevo judío (rosh ha-shanah), se trató entonces de este hecho como el del acontecimiento especial por excelencia.

Por ello, poder extraer deducciones válidas por este advenimiento será un reto de características renovadoras para el creyente o el más incrédulo, el hombre común o el de ciencia, de manera tal que en el camino del conocimiento oportunas respuestas estén cercanas a la evidencia más notable que permita acercar el hombre a Dios.

De esta forma presentamos nuevas vías para demostrar la existencia de Dios, quedando así la propuesta para ulterior desarrollo.

1. Dios está. La inflexión en un determinado punto de la historia del hombre en nuestro planeta ha marcado con el nacimiento de Jesús el particular encuentro entre el hombre y Dios.

2. Dios participa el amor. La simple actitud del hombre de tender una mano a otro y acompañarlo en el camino de la vida muestra una comprensión de la relación entre unos y otros.

3. Dios propone fronteras inescrutables. La inexplicable casualidad no hace más que crear expectativas del porvenir.

4. Dios está en el hombre. Para afirmar con seguridad que no hay Dios, la persona tiene que ignorar al otro de tal manera que jamás habrá un acuerdo.

5. Dios preexiste. Desconocemos los más profundos deseos del mismo Dios, pero también desconocemos los más profundos deseos del hombre. Entonces, ¿de qué estamos seguros? Él está constantemente propiciando el hecho de examinarnos para ir a su encuentro.

6. Encuentro entre el hombre y Dios. Luego de su nacimiento, es el mismo Señor quien ha propuesto que sea el hombre quien continúe buscando su destino. Él mismo será un sideral encuentro.

Con estas noveles vías proponemos un operable camino para que el hombre cotidiano se incorpore al conocimiento como previa experiencia de fe despojándose de preconceptos y optando por una visión que tenga un carácter colectivo que le permita despojarse de prejuicios o rígidas posiciones pero que al mismo tiempo permitan a este restaurar su mellado razonamiento y laxa conducta frente a sus semejantes dejando al menos un resquicio en posibilidad para un sideral encuentro sin caer en "’La visión regresiva”. "’Sólo así, mediante un recurso místico de reflexión oportuna, libera el hombre sus pensamientos si es que ellos eligen no ser despertados sólo por la ambición y si ser superados por su humana condición.”

(*) Filósofo, educador, pedagogo y escritor.