Desde mayo a julio, la Patria se nos vuelve un sentimiento. Personajes imprescindibles de la historia y sucesos que derivaron en la emancipación de nuestro país, retornan en justa evocación. Cadenas que se romperán en colosal gesta por la independencia. Una marcha que entonaba Mariquita Sánchez de Thompson, reclamando un lugar entre los libres del mundo. Una ópera italiana (Aurora) que saludaba a la nueva nación, simbolizada en dos alas de cielo y mar. Colores que Belgrano, su creador, reconoció en el manto de la Virgen. La misma a la que rezó aquella mañana del 24 de septiembre de 1812, antes de dar victorioso combate en la Batalla de Tucumán.


Y Belgrano fue efectivamente una figura indispensable de nuestra historia patria. Militar, abogado, político y economista, que soñaba con una Argentina soberana, próspera y justa. Fue el primero que pensó económicamente la Patria y que moría un 20 de junio (1820) en la más absoluta pobreza. Pirueta del destino que lo llevó al lugar reservado para quienes hacen de su lucha y austeridad, un legado moral. Cima a la que no se llega traccionado por aplausos, ni promesas de fortuna. Atrae una estrella, un sueño, una vocación. Su sueño fue visionario y tenía la impronta de su temple moral. Pensaba la Argentina bajo un modelo de desarrollo que incluyera a todas las clases sociales, sin distinción de género ni de etnia. Sus ideas sobre la importancia de la educación de las mujeres, el respeto a los pueblos originarios y el cuidado del medio ambiente, hablan de su liderazgo visionario. 

Manuel Belgrano pensaba la Argentina bajo un modelo de desarrollo que incluyera a todas las clases sociales, sin distinción de género ni de etnia. Sus ideas sobre...educación y medio ambiente...hablan de su liderazgo visionario. 

Belgrano tuvo un sueño de República y luchó para sembrar las bases del mismo. Pero lejos estuvo de ser un utópico enceguecido por sus ideas. Miraba su sueño en el horizonte y medía la distancia de la realidad con los pies sobre la tierra. Fue así que tempranamente advirtió que los cambios sociales no son cortoplacistas. Tampoco se logran sólo bajo el fulgor de las espadas. Las espadas cortan cadenas, pero no dan alas. Por eso pensó que la educación debía ser uno de los motores de su proyecto. La educación, como proceso para crecer como personas, igualar en oportunidades y formar en el ejercicio de la libertad. Por eso, dos meses antes de la Revolución de Mayo, diría: "¿Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas y que las virtudes ahuyenten los vicios, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos?".


Un 20 de junio, junto a sus hermanos y amigos decía adiós a la vida. La historia cuenta que pagó los honorarios del médico que lo atendiera, con su reloj. A veces pienso que intuyó su final con más renunciamiento que resignación. No creo que ni la ingratitud de sus contemporáneos ni la pobreza de los últimos tiempos, hayan disminuido la felicidad que alcanzan quienes luchan por un fin bueno.


Belgrano fue efectivamente, una figura imprescindible por su legado moral y la idea de un proyecto de país que dejó en ciernes. Aún resuena en nuestra memoria aquella profética frase que nos interpela como ciudadanos: "Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias".


En eso estamos. Es verdad, que en eso estamos hace más de 200 años. El camino se nos ha hecho largo y a veces sinuoso. Pero los atajos nunca fueron una buena opción. La República que dejó en gestación, debe ser la estrella que atrae y la educación las alas. 


Algunos se preguntarán si aquel sueño aún es posible. Personalmente pienso que la desesperanza nunca es la salida. Y tal vez sea un agravio mayor que el olvido y la pobreza en la que murieron los hombres y mujeres que cimentaron la historia de nuestra patria.

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo.