Desde el populismo más exacerbado, al liberalismo más ortodoxo, el eterno péndulo de nuestra política argentina continúa marcando el ritmo de nuestro país. Es intención de esta columna llevarnos a la reflexión sobre la necesidad de consensuar políticas públicas entre sectores de diferentes ideologías que nos lleven a la instrumentación de medidas de estado sustentables y que con diferencias de matices nos permitan mejorar y evolucionar como sociedad. 


Para entender la pendularidad como proceso y la dificultad en salirse de un ciclo que a la vista ha demostrado sus nefastos efectos sobre nuestra sociedad, es importante efectuar una breve reflexión sobre algunos de los motivos que han originado este comportamiento social. 


La juventud como país. Asimilando nuestra historia a la edad biológica de una persona, y trazando un paralelismo de conductas entre el ser humano y un país, Argentina con sus poco más de sus 200 años, sería hoy un adolescente. Esto representa en términos de instrumentación de políticas la rebeldía de creer que somos autosuficientes, sin respeto por la institucionalidad, plenos de ideas revolucionarias y con una aversión a la autoridad y normas pre-establecidas. 


También como un adolescente los argentinos pasamos de la euforia del éxito a la paranoia de la frustración, adoleciendo de criterios de racionalidad, de respeto por las normas, de búsqueda de la seguridad y acatamiento a la autoridad. 


A la luz de la historia de países con una mayor antigüedad, podemos observar que estas deficiencias se van superando a medida que las sociedades en su conjunto maduran y se educan. 

Los procesos de inmigración. Las corrientes inmigratorias recibidas con su consecuencia del crisol de razas argentino, hace que formemos parte de una segunda generación de argentinos nativos con una reciente y creciente identificación en común. Esta identificación social que se hace presente en lo gastronómico, deportivo y cultural, (mate, tango y asado) entre otras facetas, no ha sido logrado desde lo político, económico y social. No tenemos en claro qué país queremos y pretendemos ser. Es de esperar que a medida que se sucedan las generaciones de argentinos logremos independizarnos de los modelos culturales extranjeros, logrando la identificación como sociedad. 


El peronismo como movimiento. Como fenómeno político-social cuyas características inéditas lo han puesto como objeto de estudio a nivel mundial, el peronismo trajo en su concepción la idea de un movimiento abarcativo que incluía en sus filas desde la derecha más ortodoxa a la izquierda más radicalizada. La posibilidad de que cualquier dirigente se escudare bajo las banderas de justicia social e igualdad, y la vocación de poder de este movimiento tuvo como consecuencia la llegada al poder de gobiernos tan disímiles en sus políticas como el menemismo y el kirchnerismo. 


La riqueza de recursos económicos y la abundancia en potencial humano. La superación de las sucesivas crisis económicas supuestamente terminales por las que ha atravesado nuestro país, han demostrado una y otra vez su capacidad de generación de riquezas.  


La dotación y abundancia de recursos naturales y la hoy decreciente capacidad y versatilidad de su recurso humano, es por un lado nuestra gran fortaleza y nuestra principal debilidad. En Argentina a los gobiernos les está permitido fallar, saquear y dilapidar recursos. La toma de unas pocas medidas correctas en un contexto económico favorable a nivel mundial, nos vuelven a posicionar como un país viable, sujeto de crédito, pleno de oportunidades. El país de las inmensas posibilidades es testigo de cómo fortunas se crean y dilapidan en una misma generación. De esta forma nuestra riqueza como gran fortaleza se transforma en nuestra mayor debilidad. 


Independiente de las opiniones particulares sobre la bondad y ventaja de los sistemas entre los que cíclicamente oscilamos, creo que la generalidad de los argentinos estaríamos de acuerdo en afirmar que el sostenimiento en el tiempo y la moderación de las políticas nos habrían posicionado en una situación desde lo político, económico y social superadora de la incertidumbre con el que vivimos. Los ejemplos de moderación los tenemos cerca y son comprobables, la realidad de nuestros vecinos uruguayos y chilenos, entre otros, nos muestran como las políticas de estado sustentables y mantenidas en el tiempo, a pesar de la diferencia de matices de los gobiernos, han posicionado países relativamente pobres en situaciones económicas y sociales que son motivo de nuestra admiración y envidia. 


Nuestra dirigencia necesita reflexionar sobre estos temas, el bochorno de la actual reforma de nuestro sistema impositivo, es una muestra más de la pendularidad e irresponsabilidad de nuestros políticos. La necesidad de consensuar políticas del actual gobierno del ingeniero Macri puede ser el punto de inflexión y transición hacia una dirigencia más moderada que establezca una agenda de políticas públicas y de estado que nos permitan soñar con una Argentina viable.