Hace algunos años me decidí a visitar el departamento Valle Fértil, ese magnifico lugar del este sanjuanino, y luego se sucedieron otros muchos viajes, siempre cautivado por su flora y fauna; por sus bellos paisajes y su sierras, a las que califiqué como un paraíso.
El trinar de los pájaros, las aguas de sus pequeños ríos y arroyitos; las hermosas arboledas que cubren las serranías, como invitando a quedarse bajo sus sombras y fundamentalmente la calidez de su gente. Reciben al visitante con una amabilidad extrema, brindándose para hacerle al visitante una estadía cómoda.
Por más enamorado que soy de Valle Fértil, no estoy exagerando en estos conceptos.
Pero, siempre existe un pero, cada vez veía extrañado que recorriendo kilómetros y kilómetros, iban desapareciendo poco a poco animales de su fauna autóctona. Resultaba cada vez más raro avistar un guanaco, alguna serpiente, mucho menos un zorro y por supuesto, un puma.
Hubo una época en que la cacería de esto animales y aves, era un comercio muy beneficioso para quienes se dedicaban a esta lamentable actividad.
Las leyes de protección a la fauna, más la caída de los precios que pagaban los recolectores que llegaban de la gran urbe, la "profesión” desapareció y han reaparecido, buscando sus hábitats naturales, esos que el hombre le va ganando a la naturaleza.
Ha vuelto la queja de los puesteros por el ataque de los pumas al ganado y quieren soluciones. Tengo entendido que de la repartición estatal les deniegan la autorización para una cacería, lo que aplaudo y apoyo, como lo debe hacer todo amante de la naturaleza.
En esos viajes que realicé a Valle Fértil, pude observar que el ganado vagaba por los campos sin nadie a su cuidado, es más, muchas veces esa falta de vigilancia han provocado que los animales pasten a la vera del camino, crucen las rutas, provocando accidentes que muchas veces fueron luctuosos.
Tuve la alegría, en uno de esos viajes hasta Ischigualasto, llevar a mi nieta que pudo conocer una manada de guanacos que deambulaba por las sierras, escuchar el trinar de tanta variedad de aves que existen allí, un zorro cruzando el camino raudamente.
Creo, que en vez de pedir autorización para salir a matar animales autóctonos, deberían dedicar más tiempo al cuidado del ganado, tener corrales y perros amaestrados para la vigilancia, cercos que impidan la llegada del depredador y convivir normalmente, entre los dueños del hábitat y en invasor.