Intentar dilucidar el origen de las devociones populares es un tema que constantemente ha fascinado a los especialistas en antropología religiosa. Todos ellos coinciden en que el umbral de ellas se vincula directamente con la veneración a los santos. En cuanto a este tópico, se dice que las raíces de la veneración a ellos o a los santos patronos son muy remotas. Los antecedentes de su origen los encontramos en la religiosidad romana, pero a su vez los expertos consideran que esta religión es producto de diferentes aportes, fundamentalmente de los griegos. Si nos queremos retrotraer más en el tiempo debemos informarnos de la opinión de historiadores especialistas, los cuales explican que esta modalidad formó parte de la religión de los pueblos indoeuropeos. Su aporte cultural fue evidente en el panteón greco-romano.
Periodo del imperio romano
Durante el periodo del imperio romano era común que los hombres invocaran a sus dioses, a los que los concebían como “altaneros patrones”. Con ellos mantenían relaciones preferenciales a través del intercambio de dones. Además existían las prácticas de religión privada. Las familias romanas rendían culto a sus antepasados (lares) considerados como espíritus tutelares de sus hogares. Dichas invocaciones religiosas fueron oficializadas por él emperador Constantino, amalgamándose a la fe cristiana.
Según el antropólogo peruano Dr. Manuel Marzal, el término “santo” posee en el lenguaje popular un significado dual, pues por una parte significa “los intermediarios” ante Dios, es decir que son entidades que posibilitan un acercamiento seguro a Dios, y además significan las “imágenes”, esto es que son representaciones simbólicas de aquellas entidades sagradas en las que se cree hondamente. En esta consideración, apunta, hay que incluir a los santos del calendario litúrgico y las diferentes advocaciones marianas y además la veneración a las ánimas, tema que de por si es amplio.
También enuncia que los “santos- imágenes”, tienen un “gran valor pedagógico” y que la llegada de ellos a América Latina está relacionada con las disposiciones dogmáticas del Concilio de Trento y el catolicismo barroco español, que reafirman la vigencia del culto de las imágenes.
Este último fue el portador de las formas de venerarlas las cuales se manifiestan en ocho vocablos principales tales como santo, devoto, milagro, castigo, bendición, promesa, fiesta y peregrinación.
Según Marzal, en este conjunto de palabras encontramos la clave de la “experiencia religiosa popular”.
Devociones populares históricas en San Juan
En San Juan las diferentes devociones populares y sus respectivas festividades religiosas son una permanencia en su historia y están presentes desde los comienzos de la colonización española. En general cada pueblo que se fundó estuvo amparado por ellos, o también fue bautizado con sus nombres, infaliblemente a estas nuevas denominaciones, sucedían las correspondientes fiestas, que se repitieron y se repiten sistemáticamente.
Ellas fueron trasplantadas a nivel institucional por la Iglesia, junto a los conquistadores, funcionarios y gente en general, grupo social que ya era portador de un catolicismo popular.
Luego, estas devociones- festividades se nutrieron de aportes culturales vinculados con las peculiaridades sociales de los grupos nativos o criollos, mezclándose o teniendo un proceso más o menos sincrético, originándose fiestas muy distintivas, como el caso de la veneración de la Virgen del Rosario de Andacollo, la cual es el símbolo religioso dominante en nuestra área andina.
El culto a los santos
Las creencias de la sociedad local están regidas por el culto a los santos y consecuentemente por sus festividades. Los creyentes les “piden favores” para obtener soluciones a las dificultades inmediatas que soportan en su vida cotidiana, existiendo una especialización de ellos de acuerdo a las carestías que sufren los grupos y además relacionados al entorno geográfico-cultural al que pertenecen.
Así, por ejemplo, Santa Bárbara para protegerse de las tormentas, San Isidro para cuidar los sembradíos, San Cayetano para conseguir trabajo, Santa Lucía para que cure la vista, San Expedito “abogado de lo imposible”, o San Vicente “para que traiga lluvia a los campos”. En este punto hay que decir que en nuestra provincia existe una cantidad enorme de capillas, grutas, oratorios, altares domésticos, muchos de ellos privados, que han surgido “vía laica”, es decir instituidos por la comunidad o familias, sin intervención eclesial.
Los que están en lugares remotos
Se encuentran en lugares remotos o apartados, a veces en puntos de difícil acceso. Surgen por variados motivos, pero de acuerdo a mis registros etnográficos, se debe fundamentalmente a una promesa, a un pedido angustiante de un devoto frente a una situación límite o la dureza del entorno geográfico.
Existe en los grupos sociales esta propensión a rendirle culto a una figura sacra, algo así como una tradición, que se relaciona con la herencia de la matriz cultural ibero-católica, diferente por cierto a la anglo-protestante.
No es ajeno a esta inclinación, ciertos componentes culturales que forman parte de la idiosincrasia vernácula- criolla. También el origen esta vinculado a los inmigrantes, quienes instauraron o instauran las devociones como un mecanismo para sobrellevar el desarraigo, tal es el caso de los bolivianos, chilenos y de los españoles.
Así, con estos componentes, se ha forjado un calendario litúrgico con sus respectivas fiestas, yuxtapuesto al ortodoxo, muy particular o propio.

