Por Orlando Navarro – Periodista
El presidente Javier Milei, ante cualquier pregunta que tenga que ver con cuestiones de estrategia en la conducción del país, suele responder categóricamente ‘soy Bilardista’’. ¿Qué quiere decir? A los que nos gusta El fútbol, sabemos de memoria que hubo dos corrientes. A una la llamaron ‘menotista’’ y la otra ‘bilardista’’. ¿Qué distinguía a Menotti de Bilardo, ambos técnicos que condujeron a la selección argentina en la obtención de los primeros títulos mundiales,1978 y 1986?
Menotti sostenía que había que jugar bien para ganar. Bilardo, por El contrario, que había que ganar de cualquier manera, pero ganar. Uno, un soñador del fútbol. El otro un pragmático, calculador, amante de las cábalas.
Con lo cual, se interpreta que Mieli, siendo Bilardista, adhiere como una religión a los resultados. Y para llegar, hará todo lo que sea necesario para lograr su objetivo. Un pragmático hecho y derecho.
El manejo del vestuario
Veamos entonces un aspecto que, en nuestra opinión, se le está escapando a Milei y que, por El contrario, Bilardo cuidaba hasta El extremo: El manejo del vestuario, o sea las discordancias entre sus jugadores. En su etapa como DT de Estudiantes, juntó a todo El plantel y los obligó a desnudar sus conflictos internos en El vestuario.
Recuerda Bilardo que ‘estaban todos peleados. Venía uno y me contaba una cosa, venía otro y me contaba otra cosa. Entonces los reuní a todos y les dije que vos me dijiste tal cosa de este y vos esto de este y blablá. Se armó un tole tole terrible en El vestuario, pero arreglamos todo. Después, los mandé a dormir, se calmaron y así zafamos del descenso’’.
A eso se le llama manejo del vestuario. No sacar los trapitos al sol. Esto viene a cuento de las desavenencias que han salido al aire entre los integrantes del entorno del Presidente. Y si salieron al aire es porque alguien, de adentro, las contó, buscando seguramente mejorar su posición, debilitándosela a otro integrante. Y dio para todo tipo de especulaciones. Pasto para las fieras.
Las internas continuaron
Las elecciones dieron un respiro y vendrían nuevos tiempos. Pero las internas continuaron, y venían de antes. Una de ellas, cuando Santiago Caputo, El asesor sin funciones, descalificó duramente al canciller, ahora ex, Whertein, por la fallida declaración de Donald Trump, que dio toda la impresión que había confundido esta elección, con las presidenciales. La culpa de esa desinformación se la atribuyó El influencer de Caputo conocido como El ‘Gordo Dan’’, que fustigó duramente a Whertein, una persona grande, bien formada y respetuosa. Que no soportó El destrato y renunció. Pero El episodio no terminó ahí, pues Guillermo Francos se molestó con la salida del canciller y deslizó, ante la prensa, que ‘algunos asesores deberían responsabilizarse con su firma de ciertas decisiones’’. Inocultablemente se refería a Santiago Caputo, El monotributista asesor, de gran peso en El Presidente. ¿Resultado? La renuncia de Francos, acaso El ministro de mejor imagen ante propios y extraños. Una ausencia que El Presidente puede llegar a lamentar en El futuro.
Arreglar puertas adentro
Todo este desbarajuste, proviene de que ese vestuario, como dijo alguna vez Diego Latorre, refiriéndose al de Boca, se parece más a un ‘cabaret’’ que a un equipo de ministros. El cual debería resolver sus internas puertas para adentro, sin afectar la imagen sólida y firme que se puede esperar de quienes conducen los destinos del país.
Le toca al Presidente evitar esas filtraciones y hacer la de Bilardo: juntar a todos, cerrar las puertas, y que cara a cara se digan las cosas que piensa uno de otro y asunto terminado. Hacer públicas las diferencias no hace más que dañar, innecesariamente, la imagen del Gobierno, que debe estar abocado a las cosas serias y trascendentales que de él espera la ciudadanía, que acaba de renovarle su voto de confianza en las urnas.

