Este domingo leemos en comunidad el evangelio de san Juan 16, 12-15: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Porque no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y les comunicará lo que está por venir.

Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que recibirá y tomará de lo mío y se los anunciará”.

Este último anuncio del Paráclito, del Espíritu Santo, en el discurso de despedida del evangelio de Juan responde a la alta teología del cuarto evangelio.

¿Qué hará el Espíritu? Iluminará
Sabemos que no podemos tender hacia Dios, buscar a Dios, sin una luz dentro de nosotros, porque las personas tendemos a apagar las luces de nuestra existencia y de nuestro corazón.

El será como esa “lámpara de fuego” de que hablaba San Juan de la Cruz en su “Llama de amor viva”.

Es el Espíritu de Dios el que transformará por el fuego, por el amor, lo que nosotros apagamos con el desamor, con el olvido, con la indiferencia.

Una familia sin amor, solo se define como casa. Es lo que resta. Un amigo sin amor, en realidad se vuelve un conocido. Un pastor sin amor, es un funcionario.

El amor es una Gracia y hay que pedirla. Y tratarla, cuidarla, regarla como una planta verde.Aquí aparece el concepto “verdad”, que en la Biblia no es tanto un concepto abstracto o intelectual; en la Biblia, la verdad se vuelve “vida”, es operativa en todos los niveles existenciales, se siente con el corazón, se transmite con el sentimiento.

Se trata de la verdad de Dios, y esta no se experimenta sino amando sin medida. Lo que el Padre y el Hijo tienen, la verdad de su vida, es el mismo Padre y el Hijo, porque se relacionan en el amor, y la entregan por el Espíritu. Nosotros, sin el amor, estamos ciegos, aunque queramos ser como dioses y enaltecer nuestra razón.

Hace apenas una semana tuvimos un edificante diálogo con un grupo de alumnos. Llegamos a la idea de que es mejor no tener razón a toda costa, sino tener verdad a toda costa.

Lo ideal no es en un diálogo el “salirme con la mía”, sino buscar intensamente la verdad de las cosas.

El Espíritu Santo nos ilumina con sus siete dones para “discernir”, alcanzar la verdad y vivir con ella. Y al transmitirla, también el Espíritu nos sugiere la palabra adecuada, el modo no violento, la enseñanza impregnada de amor edificante.

En 1978 un periodista francés, André Frossard, le hizo una entrevista al papa Juan Pablo II. En un momento le preguntó: ¿cuál es la frase del evangelio que más le llega? Y sin dilación alguna, el Papa le respondió: “La verdad los hará libres” (Jn 8, 32).

Qué sabiduría, qué Luz interior, qué paz cristalina ¿Pedimos al Espíritu nos haga comprender toda la verdad? ¿Dejamos el error o la esclavitud y alzamos al vuelo de la verdad que libera? Hagamos ese ejercicio.

Por Pbro. Dr. José Juan García