El jovencito. maltrecho pero con furia y orgullo, sacó la cabeza del pozo que fabricaron con sus compañeros para refugiarse de las balas. y mirándolos fijo con su visión de miseria y lágrimas, puso el pulgar hacia arriba. Era el momento. Los muchachos salieron del escondrijo maldito y a la vez bendito. y lanzaron un lluvia de plomo y muerte hacia los ingleses.

El hombre salió de la sala de parto con una sonrisa rara pero descifrable. Con el pulgar hacia arriba anunció a los familiares que su esposa, que había sobrevivido con un doble trasplante, daba a luz al primer hijo. La vida había corrido a la muerte por los pasillos del pequeño hospital de campo, y ahora miraba hacia un incipiente arco iris que no era otra cosa que el recibimiento al futuro.

El árbitro lo miró con sorpresa: ¿”Está seguro que la pelota entró”? Cachito Vigil, con un gesto creíble a una bella persona como él lo es, alzó el pulgar y se quedó con la conciencia limpia.

Cuando la multitud enardecida y engañada con el argumento canallesco de la salvación de la Patria gritaba sueños circunstanciales y acariciaba lagrimas de la historia, el dictador alzó el pulgar y aseguró que si venía “el principio” le iban a presentar batalla. En ese preciso momento había condenado a muerte inútil a la inocencia, a la ilusión y quizá a parte de la Patria.

El chico recién promovido a primera se acercó al árbitro y le pidió al oído que no fuera riguroso con él, que debutaba y no tenía ninguna experiencia en la división. El arbitrio entendió la sinceridad, se acordó de sus pequeños hijos y le alzó el pulgar. Fue cuando se sintió mejor árbitro y mejor ser humano.

El enemigo avanzaba sigiloso por el sur. La fuerzas leales por el Norte.

El enemigo no tenía posibilidad alguna de dar el golpe artero al régimen constitucional elegido por el pueblo. Pero el traidor vio desde su fango moral una posibilidad para su canallada: Se mezcló en las humildes pero valientes tropas leales y ante la pregunta inocente de un soldadito campesino alzó el pulgar indicando que el enemigo no podría llegar. Fue entonces que el oponente atacó por el lugar menos pensado y logró su sucio objetivo.

Viene a la memoria la bella “Canción a mi País” del gran Alfredo Zitarrosa, cuando en un verso derrama: “un traidor puede más que mil valientes”, tremenda frase que la historia ha aplicado amargamente en muchas circunstancias y que la política ha hecho suya para ensuciar gobernantes probos y voltear gobiernos.

Pero siempre estará por sobre el mal la bella actitud de Cachito Vigil, cuando llamó al árbitro que no lo había advertido y le dijo: “ha sido gol contra nosotros”. No hay otra forma de sobrevivir, en buena hora.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete