Tanto el sable como la espada tienen características diferentes. Las espadas pueden ser rectas o ligeramente curvadas, según su uso. Por otro lado, un sable es un tipo específico de espada, generalmente curva, con un solo filo y una guarda de mayor tamaño. Su diseño se centra en cortar, no en estoquear. La principal diferencia entre un sable y una espada reside en su forma y diseño.
El sable del General José de San Martín
Antes de embarcarse para América, luego de dejar España para siempre, el entonces Teniente Coronel de Caballería don José Francisco de San Martín adquiere en Londres, seguramente a fines de 1811, el sable corvo que lo acompañaría durante toda su campaña en tierra americana. La compra del arma, totalmente distinta en sus características a la Espada de Bailén, es índice revelador del espíritu que animaba al futuro Libertador desde el momento mismo del inicio de su nueva gran empresa. La espada regalada por el Marqués de la Romana, en mérito a su actuación en la famosa batalla librada contra los ejércitos imperiales de Napoleón, era, sin duda, considerada como la del arma conferida en mérito y en tal sentido la debe haber conservado San Martín hasta su entrega al General Borgoño, en París, casualmente en el mismo año que confeccionara su testamento en el cual dejaba su sable corvo al General Juan Manuel de Rosas, como si presintiera ya muy cerca su muerte.
El sable corvo
El arma que compra entonces en la capital inglesa es un fiel reflejo de su personalidad. Se distingue por sus severas líneas como por su sencillez, tanto de empuñadura como de la vaina, carente de oro, arabescos y piedras preciosas como gustaban usar entonces los nobles o altos jefes, en sus espadas.
Llevaba implícita, además, la practicidad de su futuro uso, pues estaba presente ya en San Martín el armar a sus escuadrones de granaderos con el corvo que su vasta experiencia guerrera le decía constituiría la mejor arma para decidir la victoria en una carga de caballería, especialmente en aquel tiempo y en aquel característico teatro de operaciones.
La esperanza sobre la eficacia del corvo en mentes lúcidas, corazones valientes y brazos fuertes, se convertiría en una hermosa realidad desde la misma llegada de San Martín a América en 1812, hasta que después de cumplida la hazaña de libertar tres naciones regresa con aquel glorioso sable a la Patria, luego del sublime renunciamiento de Guayaquil.
Retirado el héroe en su exilio voluntario en Europa, desde 1824, había quedado el sable en la que tierra mendocina bajo la custodia de una familia amiga. Diez años más tarde, en diciembre de 1835, les escribe a su yerno Mariano Balcarce y a su Merceditas diciéndoles: “que si les encargo se traigan es mi sable corvo, que me ha servido en todas mis campañas de América, servirá para algún nietecito si es que lo tengo”. El sable lo acompañó desde entonces en Gran Bourg, primero y en Boulogne -Sur-Mer, después, hasta su muerte, acaecida el 17 de agosto de 1850.
Carcaterísticas del sable
El sable de San Martín -de 92 centímetros de largo, incluyendo la empuñadura- es de origen arábigo. Es un sable persa, con características muy específicas que no dejan dudas sobre su origen. Posee una curvatura irregular, pues la hoja comienza con un tramo recto y se curva casi sobre la mitad del sable y esa curvatura hace necesario que la vaina cuente con una ranura porque, de lo contrario, el sable no podría entrar ni salir de la vaina. Está confeccionado con un acero damasquino, de alta aleación de carbono, que genera hojas muy resistentes, con gran capacidad de corte y que infringen graves daños en el adversario. Otra particularidad es que la hoja original tiene al menos un siglo más que la vaina, y que ésta no es de origen persa. Estos tipos de sables son livianos (900 gramos entre hoja y empuñadura de ébano y 700 gramos la vaina) y mucho más fáciles de manipular en la lucha a caballo, tan es así que reemplazaron a los sables rectos.
Las réplicas no tienen las abolladuras, cachaduras y rayones de los sables usados en los campos de batalla. Después de rigurosos estudios se confirmó que el sable corvo que hoy se exhibe en el Museo Histórico Nacional es el original empuñado por San Martín en su gesta libertadora.
Espada de O’ Higgins (Prócer chileno)
La “Espada de O’Higgins” es un símbolo emblemático de Bernardo O’Higgins, considerado el Padre de la Patria chilena, y se asocia con su liderazgo en la independencia de Chile. Aunque no se conoce con exactitud la historia de una espada específica que le perteneciera, se sabe que como militar, O’Higgins poseía una espada como parte de su equipo personal. La espada que se exhibe en el Museo Histórico Nacional, por ejemplo, es un modelo francés, similar al que perteneció a O’Higgins y que se usaba en su época.
Arma de metal compuesta con una hoja recta, empuñadura dorada y vaina con extremos decorados con relieves dorados.
Como cada militar, el general de ejército Bernardo O’Higgins tenía su espada como parte de sus objetos personales.
Hay varias de las espadas que usó y que fueron donadas por algunos de sus poseedores posteriores. Un florete fue otorgado en donación por su hijo Demetrio al Museo Histórico Nacional.
La que es conocida como la espada de O’Higgins es un modelo que se compone de un florete y una espada. Tiene una guarnición de bronce dorado, con un escusón con la cara de un guerrero clásico que usa casco como pomo. El puño tienes dos cachas de plaqué y cintillos de latón dorado, Tiene un guardamano de forma de gavilán, en cuyo centro se encuentra una figura femenina, y en la cruz lleva un escudo de armas con cañones y un cóndor sobre la bandera.
-La Batalla de Maipú
En la Batalla de Maipú librada el 5 de abril de 1818, fue el lugar donde estuvieron estas armas de los próceres. Allí se llevó a cabo un enfrentamiento decisivo en la Guerra de la Independencia de Chile, donde las fuerzas lideradas por el General José de San Martín y por otro lado por Bernardo O’Higgins, llegando luego herido al campo de batalla, los próceres y sus tropas derrotaron al Ejército Real español.
-El testamento del General San Martín
Por carta fechada el 30 de agosto, Mariano Balcarce le escribe a Rosas expresándole, con referencia a la muerte del General San Martín, y de su testamento, lo siguiente: “como albacea suyo, y en cumplimiento a su última voluntad me toca el penoso deber de comunicar a V.E. esta dolorosa noticia, y la honra de poner en conocimiento de V.E. la siguiente cláusula de su testamento: “3ro El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla”.
Por el Lic. Prof. Fernando A. Ocampo Bravo

