Por Pbro. Dr. José Juan García
Este domingo leemos en comunidad el texto del evangelio según san Lucas 11, 27-28: ‘En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantando la voz, le dijo:
‘Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron’’.
Pero él dijo:
‘Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen’’.
¡Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la viven en la vida cotidiana! Qué hermosa expresión de Jesús. En un mundo acostumbrado a ‘hablar’’, donde todos quieren ser oídos y enseñar, qué diversa es la actitud del Maestro: escuchen ante todo.
Alimentarse de la verdad
Es la primer actitud que hemos alimentar, si queremos dialogar y alimentarnos de la verdad. Hablar todo el tiempo sin escuchar al otro, se torna narcisismo, encierro en el propio y limitado Yo.
Escuchar, disposición para percibir, conocer; se hace con los sentidos. ‘Los sentidos de nuestro cuerpo nos abren a la presencia de Dios en el instante del mundo’’ (Card. José Tolentino).
Necesitamos escuchar porque el objetivo no es convertirse en una determinada clase de persona a base de un método determinado que se lleva a cabo porque así se nos dice; está mandado.
Necesitamos escuchar para ser el cristiano que Jesús crea en nosotros. Además es edificante pedagogía del amor mejor es sentirse discípulo que sentirse Maestro.
Escuchar la palabra de Dios
Necesitamos escuchar la palabra de Dios (la Palabra se hizo carne y hábito entre nosotros. Jn 1,14. El Verbo se convierte en Jesucristo, asumiendo la naturaleza humana y viviendo entre las personas) y cumplirla. ¿Qué significa aquí eso de cumplirla?
Dos versiones podemos descubrir: 1.-Cumplir, para quedar bien, tranquilizar la conciencia ‘¡he hecho lo que me han mandado!’’ que es como una forma de decir no me pidas más responsabilidades. 2.- Cumplir, en el sentido de sentirse motivado para servir, buscar el bien, hacer posible lo que mis sentidos descubren -escuchan- y nos comprometemos, porque esa realidad despierta lo que cada uno es bajo la fuerza de la Gracia.
Servir al prójimo
Hace quinientos años atrás, un jesuita, Pedro Claver, en Cartagena de Indias, recibía todos los días los barcos que llegaban con esclavos desde el África. Partían de Senegal. Allí los esperaba la comunidad jesuita con comida, enfermería y luego escuela. Recibían así ‘el dolor negro’’. Y esto durante sacrificados 44 años.
Y el servicio lo hacía desde la fe y la alegría de amar desinteresadamente. la felicidad se hace patente, se experimenta, es alegría. Hacer de la fe, la esperanza y la caridad, nuestra realidad. Y esto es ‘cumplir’’ con convicción y alegría.
¿Qué nos mueve a servir al prójimo? ¿Qué nos impide servir al prójimo? Lo hagamos con alegría! Como alegre fue la vida de María Ssma. Hoy la recordamos en la advocación de la Virgen del Pilar.

