Por el Pbro. Fabricio Pons

Este domingo leemos en comunidad y con una gran actitud de fe en el corazón, el texto de Lucas 10,1-12,17-20: “Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les decía: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id: mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. En la casa en que entréis decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hubiera algún hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; de lo contrario, retornará a vosotros. Permaneced en la misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el que trabaja merece su salario. No vayáis de casa en casa. Y en la ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”. Pero en la ciudad donde entréis y no os acojan, salid a sus plazas y decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos contra vosotros; pero sabed esto: el Reino de Dios está cerca”. Os digo que en aquel día Sodoma será tratada con menos rigor que aquella ciudad. Volvieron los setenta y dos llenos de alegría diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. Él les dijo: Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado potestad para aplastar serpientes y escorpiones y sobre cualquier poder del enemigo, de manera que nada podrá haceros daño. Pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo”.

1. Este pasaje se encuentra ubicado en la segunda parte del evangelio de Lucas (9,51-19,27). El redactor pone a Jesús subiendo (elevándose) camino a Jerusalén y acercándose de manera paulatina a la cuidad Santa. Recordemos que los sinópticos presentan un esquema topográfico teológico en 4 momentos: Jesús en el Jordán, en Galilea, camino a Jerusalén y en Jerusalén. Aquí estamos en el tercer momento.

2. Se narra el envío de setenta y dos discípulos, y los envía delante de Jesús para que preparen el camino. No se indica el punto de partida y llegada. Los discípulos se separan de Jesús y vuelven a él. Un poco antes de este envío, Jesús había enviado a los doce con las mismas instrucciones (Lc 9,1-6). Con esto se muestra que el anuncio del Reino de Dios no es solo responsabilidad de los doce sino de todo aquel que quiere ser discípulo.

3. Las instrucciones de Jesús no se limitan solo a la misión, sino que incluyen una oración de petición: “rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (10,2). Los frutos de la misión dependerá no solo del trabajo de los misioneros sino de la súplica perseverante. Jesús invita a orar siempre para que la cadena de misioneros no falten a lo largo del tiempo y que su Reino pueda llegar a todos y en todo momento. Utiliza una imagen fuerte: “los envío como corderos en medio de lobos” (10,3). El misionero, inerme y débil, está expuesto a la hostilidad del mundo de los hombres que hacen resistencia a la acción del Reino de Dios en el mundo. Un autor comenta: “que terrible debe ser sentirse rodeados de lobos, donde el cordero frágil e indefenso está al borde de ser atacado”.

4. Jesús aconseja “no saludar a nadie por el camino” (10,4b): no se trata de entender esta frase en sentido literal. Se refiere a la urgencia de llevar el anuncio de Jesús buscando la manera que ningún estorbo de la vida sea motivo de impedimento. El anuncio debe ser prioridad en cada momento.

5. El misionero está llamado a ser sobrio. Conformarse con la hospitalidad generosa en la comida y bebida de quienes los reciban. No aspirar en ir de casa en casa con el riego de adoptar una actitud burguesa. El fin del discípulo misionero es anunciar que el Reino de los Cielos está cerca. La misma predicación del discípulo, comisionados por Jesús, se va haciendo presente el Reino de los Cielos.

6. El Papa Benedicto XVI comenta: “San Lucas pone de relieve el entusiasmo de los discípulos por los frutos de la misión. Ojalá este evangelio despierte en todos los bautizados la conciencia de que son misioneros de Cristo”.