Pbro. Dr. José Juan García
Leemos el evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23: “Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, tooma al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.
Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno”.
Hoy se nos presenta la figura grande de José, cuidando de la Sagrada Familia, para que vuelvan a su tierra. Pero vuelven a Nazaret, sin duda, porque es ahí donde el evangelio de Mateo quiere enlazar con los datos históricos de la vida de Jesús.
Se muestra aquí que Jesús también ha sabido vivir la experiencia primigenia del pueblo que fue rescatado de la esclavitud del faraón de Egipto. Para ello se ha valido de Herodes el Grande y sus crueldades, como el mandar a matar niños inocentes recién nacidos. Es muy raro que Flavio Josefo, que informa bastante sobre el monarca idumeo-judío, no mencione una cosa de esta envergadura.
Nazaret, pues, no es profecía, sino la pura historia de Jesús el carpintero que un día llegó a ser profeta en Galilea. Pero en Nazaret es donde Jesús crece, vive y madura como persona y como profeta. Allí vive su familia y a ella permanece fiel, como “carpintero” durante casi treinta años. Esto es lo más humano de todo. ¿Imaginamos esa convivencia diaria en aquella humilde y sagrada Familia? Es ante todo, modelo. De virtudes, de afecto, de plegaria, de escucha, de cercanía…
La tradición litúrgica reserva este primer domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret. El tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, oculto, que deja en lo recóndito de esa ciudad de Galilea, desconocida hasta que ese nombre aparece por primera vez en el relato de la Anunciación de Lucas y en el evangelio de hoy, con una carga muy peculiar de intimidades profundas. Es ahí donde Jesús se hace hombre también, donde su personalidad psicológica se cincela en las tradiciones de su pueblo, y donde madura el proyecto del Padre. Sabemos que históricamente quedan ciertas cosas por explicar; es un secreto que guarda Nazaret como los vigilantes (Nazaret viene del verbo nasar, que significa vigilar o florecer). En todo caso, Nazaret, hoy y siempre, es una sorpresa, porque es una llamada eterna a escuchar la voz de Dios y a responder como lo hicieron José y María, y así se lo enseñaron a Jesús. Ellos le hablaron de Dios y le enseñaron a ir a la sinagoga, a leer la Escritura, los profetas especialmente por los que quedaría fascinado… El profeta de nuestra salvación tuvo, pues, en Nazaret, una familia como la nuestra.
“El futuro de la humanidad se fragua en el seno dela Familia”, decía Juan Pablo II. No le restemos tiempo ni energía. Es nuestro mejor capital. Es nuestra “iglesia doméstica. ¿La cuidamos?

