La desaparición de Brenda del Castillo (20 años), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15) hace una semana y la aparición de sus cuerpos mutilados ha puesto de manifiesto la brutalidad de las redes de narcotráfico que operan en villas miseria. Pero también deja al descubierto el total abandono y desidia del Estado en materia de seguridad y sobre todo, de educación familiar. En este contexto, trataré de ser lo más objetivo posible y como ejemplo pondré situaciones que yo mismo supe vivir como tantas otras personas de mí generación. Alguna vez fui joven y con ganas de “comerme el mundo” como la mayoría de los jóvenes, pero afortunadamente tuve una guía para todos mis actos y esa guía fueron mis padres.

Educación en otras generaciones 

Precisamente provengo de una generación donde si de niño me veían jugar con algún juguete que ellos, mis padres, no me habían comprado, comenzaba el “interrogatorio” de dónde “lo había sacado”, y durante mi adolescencia, llegar más tarde de las 5 de la madrugada, significaba tener problemas con mis padres, ya que descubría que ellos estaban más que atentos a mis salidas “a la calle” y muchas veces cuando en total silencio podía ingresar a mi casa y lograba acostarme a descansar, luego de una noche de “parranda”, al cerrar mis ojos sentía una “presencia”. Y, al abrir nuevamente mis ojos, era nada más ni nada menos que, mi madre. Y, como todas las madres, estaba con su nariz muy pegada a mi rostro, “olfateando” si traía olor a alcohol o cigarrillo. Imagínense lo que me pasaba si el resultado de su “escaneo olfativo” me daba positivo.

Reglas en el hogar 

Otro dato a tener en cuenta ese “modus operandi” lo realizaba desde mis 17 años (edad en la cual recién me dejaban salir a sociabilizar) hasta pasados mis 20 años. Por supuesto llegó un momento en que no tardé en manifestar mis “quejas” por “semejante invasión a mí ya considerada, independencia como persona”, pero la respuesta era clara y contundente por parte de mis progenitores: “Nuestra casa, nuestras reglas”.

Recién de grande y con el “juicio” más acentuado, pude darme cuenta que esas actitudes de mis padres hacia mí, significaba lo que un término expresa: “Educación”, ya que la instrucción la recibía en la escuela a la cual “me gustara o no”, también me obligaban a asistir y “guay de mí” que dijera que no quería estudiar.

Hay que tener en cuenta que casi nunca se llega a los grandes responsables de la explotación sexual de las mujeres y niñas/os, como los jefes de las redes de trata de personas, prostitución y drogas, ya que es evidente que existen otros factores actuantes, como funcionarios, legisladores, empresarios, fiscales, comisarios o jueces que participan del negocio.

Círculo familiar y Estado 

A mí, como a gran parte de la ciudadanía, me cuesta creer que los familiares de estas tres jóvenes no supieran las “actividades sociales” que ellas desarrollaban. Un estudio de la Universidad de California detectó cómo la vigilancia o cuidado familiar es una herramienta poderosa. La simple conciencia de que están siendo observados por sus padres reduce el uso de sustancias y comportamientos sexuales, afirmaron los investigadores, según los hallazgos publicados en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs. Es más, los adolescentes no necesitan ser descubiertos ni una vez por sus padres para alejarse de alcohol, drogas y prostitución, según muestran los resultados. La simple conciencia de que los padres están monitoreando su conducta terminó reduciendo los malos hábitos por parte de los adolescentes.

El uso de drogas como las mujeres y niñas que ingresan a la prostitución por distintos motivos: necesidad económica, situaciones de abandono emocional o físico, de abuso y violencia, para ayudar a sus familias, mantener a sus hijos frente al abandono paterno, entre otras situaciones, es el gran flagelo social que debe afrontar la sociedad en la actualidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que casi nunca se llega a los grandes responsables de la explotación sexual de las mujeres y niñas/os, a los jefes de las redes de trata de personas, prostitución y drogas, ya que es evidente que existen otros factores actuantes, como funcionarios, legisladores, empresarios, fiscales, comisarios o jueces que participan del negocio.

Por lo tanto, el Estado, los gobiernos, los poderes legislativos y la justicia son responsables por lo que no hacen y también la sociedad es culpable.

La Matanza y sus peligros 

Al municipio bonaerense de La Matanza (donde vivían las tres chicas asesinadas), es el más populoso del país. Habitan 1.775.816 personas. Según los últimos datos publicados por el Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP), se contabiliza la mayor cantidad de asentamientos precarios del conurbano, 130. Además, es donde se registran los mayores índices de delitos de todo tipo como robos, crímenes, narcotráfico, entre otros.

Allí faltan servicios, agua potable, cloacas, calles asfaltadas, tendido eléctrico, gas. Se trata de 55.393 familias viviendo en condiciones de vulnerabilidad.

Las prometidas obras de urbanización no llegan o aparecen en cuentagotas. La marginalidad y las bandas narcos, ya sea locales como extranjeras (entre ellas peruanas, paraguayas y colombianas) se hacen fuerte. Registra los peores índices de desarrollo humano y desde el regreso a la democracia, en 1983, está gobernado por el peronismo.

 

Por Jorge Reinoso Rivera
Periodista e Historiador