En artículos anteriores dijimos que la educación afectivo-sexual forma parte de la educación para el amor. Todo el mundo habla de amor, pero pocos saben que es el amor. Pocas palabras tan abusadas como la palabra amor; vaciada de sentido y usada para expresar cosas totalmente distintas y hasta opuestas a su significado original. Canciones de amor, poemas de amor, películas de amor, citas de amor, cartas de amor, novelas de amor, técnicas para hacer el amor… A cualquier relación superficial y pasajera la llamamos “amor” (Tomás Melendo Granados, “Comprender el amor”).
¿Qué es el amor? Cuentan que, en cierta ocasión, un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: “Ámala”. “Pero es que ya no siento nada por ella, la magia se apagó, ya no es lo mismo”, replico el hombre. “¡Ámala!”, repuso el sabio con un énfasis todavía mayor. Y ante el desconcierto del hombre, después de un oportuno silencio, le dijo: “Amar es una decisión, no solo un sentimiento; amar supone siempre dedicación, sacrificio, donación y esfuerzo. Amar es un verbo y el fruto de esa acción es el amor. Te doy un ejemplo: el amor es un ejercicio de jardinería: consiste en arrancar las malezas y malas yerbas, preparar el terreno sacando las piedras, abonar la tierra, sembrar buena semilla, regar, cuidar, esperar pacientemente… Pero, ¡cuidado!, vive vigilando, porque habrá plagas, sequías, excesos de lluvia, vientos y tempestades…, mas no por ello abandones tu jardín. ¿Entiendes lo que digo? Ahora, vuelve a tu hogar y ama a tu esposa, es decir, acéptala y valórala, dale afecto y ternura, admírala y compréndela, ayúdala en todo y hazla feliz”.
Esta historia nos aproxima al verdadero concepto del “amor-sólido”. Aristóteles enseña que “amar es querer el bien para el otro en cuanto otro”. Es decir, el amor es un acto de la voluntad, pues implica una decisión, una elección, mucho coraje y capacidad de entrega y sacrificio para mantenerse firme en ese compromiso. Querer a una persona es “quererla querer”, porque implica la determinación firme de seguir queriéndola “en las buenas y en las malas”, en los problemas, en las dificultades e incluso, en el debilitamiento de la intensidad de las primeras emociones del enamoramiento. Por ello, el amor es incondicional, fiel y para siempre.
Ciertamente, como expresa nuestra historia, hay que cultivar el amor. Esto requiere analizarse permanentemente para descubrir si con las actitudes y conductas, con el carácter y forma de actuar, estamos perjudicando y matando el amor. Muchos amores mueren, porque los hemos matado nosotros. El amor funciona si lo hacemos funcionar.
Por lo tanto, un supuesto “amor” sin voluntad ni compromiso, sin esfuerzo y dedicación, es un amor inmaduro, frívolo, superficial, trivial, un mero sentimiento que va y viene según soplen los vientos. Es el “amor líquido”, que se escapa entre los dedos, de la vida light del hombre moderno (Enrique Rojas, “El Hombre Light”), sin hondura, sin exigencia, sin compromiso, sin solidez.
Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Profesor de Química. Lic. en Bioquímica.

