La familia es la célula básica a partir de la cual se forma la sociedad. Y a pesar de los cambios que se presentan en la sociedad con referencia a la familia, ésta sigue siendo la base para la cimentación de la misma. Por ello, los padres tienen la indelegable tarea de educar a sus hijos, a quienes han dado la vida. Paternidad y educación, por lo tanto, son sinónimos. Educación que permite el crecimiento y desarrollo armónico de la persona, y por ello, exige tiempo, esfuerzo y responsabilidad por parte de los padres. Son ellos los depositarios de la máxima responsabilidad sin la cual no hay futuro para las nuevas generaciones. La familia, como primer ámbito educativo, permite una verdadera formación integral de la persona.

Sin embargo, advertimos una lamentable retirada o deserción de los padres de su misión educativa. No de su rol nutricio, sino de su misión formadora de personas, que supone necesariamente la transmisión de valores, ideales y virtudes fundamentales. Hijos que crecen huecos de nobles ideales, en una situación de abandono, desorientación o falta de dirección en sus vidas; huérfanos de una visión trascendente que encauce convenientemente el ejercicio de la libertad. Niños y adolescentes que se sienten perdidos o sin rumbo en su desarrollo personal, que no encuentran un sentido a su vida, a la deriva, por una situación de falta de control y dirección.

El miedo a los hijos, la carencia de presencia y cariño activo, la incapacidad de fijar límites orientadores y de guiar la educación de los hijos con compromiso, con presencia y con el ejercicio pleno de valores constituyen un problema grave, extendido y con consecuencias trágicas, como el abuso del alcohol, la drogadicción, la violencia entre pares, los fracasos escolares, el sexo precoz, etc.

¿Qué le sucede al mundo de los adultos? Ser padres significa ser “guías”, tener la capacidad de mostrar un camino yendo al frente, para aquellos que están en proceso de crecimiento, que conduzca al bien, la verdad y la belleza. Ser padres significa ser “líderes”” en el hogar, desempeñando la función de acompañar y ayudar a crecer sanamente. Ser padres es ser “ejemplo y modelo” de vida para los hijos, siendo coherentes y capaces de mostrar con el ejemplo el buen camino.

Es necesario que los adultos recapaciten sobre el sentido de su más alta misión, y recobren y valoren la misión educadora materna y paterna, para que sus hijos no estén huérfanos de nortes e ideales, sabiendo que el fin de la educación es la felicidad. Hoy más que nunca los niños y adolescentes necesitan ver padres que sean referentes válidos y ejemplos a imitar.

Si amamos a nuestros hijos y deseamos lo mejor para ellos, tenemos en nuestras manos el traducir ese amor en una educación basada en la formación de sólidas virtudes humanas que les enseñen a vivir con rectitud y criterio. Tengamos confianza, que, con la ayuda de Dios, esta misión nuestra tendrá un final feliz, aunque los resultados tarden o se hagan esperar.

Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Lic. en Bioquímica. Profesor de Química