Por Orlando Navarro – Periodista

(((EPI)) Días atrás, Luis Caputo defendió las últimas medidas: “Las bandas cambiarias ganaron credibilidad”.

“Palos por si bogas, palos por si no bogas”, es un dicho que viene desde tiempos inmemoriales. Se utilizó en el medioevo cuando se castigaba a los reos si no remaban, pero que cuando lo hacían, igual recibían un latigazo por la espalda. “¿En qué quedamos entonces?” se diría para sí el pobre hombre. En tiempos de mis viejos, escuché muchas veces ese dicho, que luego de a poco fue reemplazado por otro más “refinado”, pero que significa lo mismo. Aquél famoso que hace alusión a la “gata flora”, que grita o llora, según. En definitiva, alude a que hagas lo que hagas, siempre habrá alguien dispuesto a la crítica.

A estas elucubraciones me llevaron los comentarios de ciertos actores de la vida pública, entre empresarios, políticos, y sobre todo algún periodismo, sobre la decisión que tomó esta semana el equipo económico del presidente Milei, con relación al futuro de las bandas cambiarias. Y luego sobre la credibilidad del presupuesto presentado esta semana y que, con modificaciones, tuviera media sanción en Diputados.

Desde hace meses, aquellos protagonistas venían insistiendo con la cantinela del “dólar atrasado”, empujando y empujando por una mejora en el tipo de cambio, incitando incluso a una devaluación. Sin tener en cuenta que esa movida impactará directamente en los precios. Cosa que es archisabida por la población argentina, la que en los últimos 30 años, por lo menos, vivió el martirio de las continuas y constantes subidas del dólar, en la seguridad que automáticamente aumentaba todo. Nafta, carnes, etc. Todo se iba por las nubes al mismo tiempo que las pizarras de las casas de cambio reflejaban incesantemente el nuevo valor del dólar. Día tras día. Fue así que la mente de los argentinos se fue dolarizando, de un modo tal que por mucho tiempo se convirtió en el tema obligado de cualquier conversación. Un karma, verdaderamente.

Seguidamente intentaremos un breve resumen de estos dos últimos años, para que no nos quedemos en la foto de hoy, sino en el desarrollo de la película entera. Pues a veces nos olvidamos de dónde venimos.

Aquella locura vivida hasta diciembre del 2023, fue desapareciendo poco a poco a medida que el ajuste del gobierno de Milei fue equilibrando las cuentas. Aflojó la tensión sobre los precios y una cierta paz se fue extendiendo en los mercados, aún con índices poco alentadores en cuanto a la reactivación económica, que entonces se convirtió en el centro de las críticas. Sin tener en cuenta que no se creaban puestos de trabajo desde 2011, más otros desmadres como la inflación, tipo de cambio, desconexión con el mundo y otras yerbas, que pusieron al país en terapia.

En abril de este año, el equilibrio general logrado por el actual gobierno, y que soportó en sus espaldas la población, desembocó en que se pudo desactivar el cepo cambiario y se estableció el funcionamiento de las bandas cambiarias, con ajuste mensual del 1% tanto en el piso como en el techo. Por cierto, la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el “blue” se fue achicando virtuosamente, cuando estábamos acostumbrados en épocas de los gobiernos anteriores, a una brecha desmesurada que llegaba al 100%. Y que, por lo que se sabe ahora por los temas vinculados a la AFA, enriqueció los bolsillos de ciertos amigos del poder, quienes accedían al dólar tipo oficial, prohibido para otros a raíz del cepo, que luego vendían al valor del “blue”, haciéndose de una ganancia fácil y sideral. Se comenta que de ahí, entre otros motivos, vendría el fenomenal movimiento de millones de dólares por el circuito ilegal, que salió a luz últimamente, y que son objeto de investigación por la justicia.

Como el dólar, contra los pronósticos agoreros, no se disparó como se auguraba luego de la salida del cepo, y la sensación de estabilidad hacía peligrar las chances de la oposición para las elecciones que se venían, desde el Congreso comenzó un contragolpe feroz contra el equilibrio presupuestario. De pronto “se acordaron” del atraso de las jubilaciones, del desfinanciamiento del Garraham, de las universidades, de los discapacitados, y de otros legítimos reclamos, pero sin establecer de dónde saldrían los fondos. Condición que está reglamentada en la Ley de Administración Financiera. Así dictaron leyes que obligaron al Presidente a sucesivos vetos, que en la onda expansiva de sus efectos ocasionó un desbarajuste general, traducido en aumento del dólar, del riesgo país, de la inflación, y aquellos agoreros ahora disfrutaban de un comienzo presunto de la agonía de este gobierno. A estos placeres de un adversario supuestamente derrotado, se sumó el resultado de las elecciones de setiembre en Buenos Aires, que presagiaban su final. Se escuchó decir, entonces, “este gobierno se cae”. “Después de octubre se va”.

Y vinieron las elecciones generales en todo el país, con una sorpresiva victoria del “muerto y enterrado” oficialismo, que recibió un contundente apoyo del gobierno de Donald Trump, es cierto, pero sobre todo de la población en general, que dio un contundente 41% de aprobación. Sin duda pesó el recuerdo del dólar loco, inflación por las nubes, y otras delicias vividas durante los 20 años del gobierno anterior. El que pugnaba ahora porque volviera el helicóptero sobre la Casa Rosada.

Luego de esa victoria oficialista, se armó entonces un nuevo frente de lucha, protagonizado por aquel grupo de actores económicos al que hicimos referencia, que empezó a cuestionar la política cambiaria. Que el dólar está atrasado, que no se acumulaban reservas en el Banco Central y que estábamos atravesando un periodo de estanflación con consecuencias nefastas para el futuro. Como respuesta, el equipo económico repetía una vez que el equilibrio, tan duramente conquistado, no se negociaba, las bandas no se cambiaban, y apostaba a que a mediados del 2026 la inflación fuese solo un mal recuerdo.

Y nos situamos ahora en el presente, con los anuncios del lunes sobre que las bandas entre las cuales se va a mover la moneda estadounidense, va a tener un ajuste mensual similar al que observe el índice de inflación. O sea, se corregirá el valor del dólar conforme la inflación. Pero esta corrección, que está en línea con los que se quejaban del atraso del dólar, originó, por el contrario, la crítica de estos, en este caso por abandonar el sistema por el cual ese ajuste era del 1% mensual. A un prestigioso economista, Arriazu, que como otros, Cavallo por ejemplo, venían implorando por un mejor tipo de cambio, se le escuchó decir los peligros de que el Gobierno podría “chocar la calesita” de la estabilidad conseguida. Y se quejaban de las ambivalencias del ministro Caputo “que un día dice una cosa y luego otra”.

¿Quién los entiende? Palos por si bogas, palos por si no bogas. Hagas lo que hagas, te critican igual.

Luego de haber fustigado la carencia de Presupuesto en estos años, ahora que está enviado y con media sanción, le “buscan la vuelta” por el lado de la credibilidad. Serían números demasiado optimistas y ya están preanunciando, por lo que escuché, una “segura” devaluación para el año que viene, arriesgando por enésima vez un mal pronóstico, que luego la realidad se encargará, espero, de desarticular. Como se sabe, al presupuesto se le eliminó la derogación pretendida de las leyes sobre discapacidad y universidades, y se produjeron otras desavenencias en ambas cámaras, que unen en un punto los esfuerzos de la oposición por desacomodar las cuentas, por un lado, y las renovadas malas praxis del Gobierno, en cuanto a la negociación con las demás fuerzas, por otra. La soberbia expuesta antes del periodo eleccionario, no debe repetirse ahora que se ganaron las elecciones de octubre. El PRO denunció “falta de códigos”, por el tema de las designaciones en la AGN, y eso, aunque es común en los vaivenes de la política, debe evitarse por parte de un gobierno que debe recorrer en largo y empinado camino, y no le va a hacer posible sin el apoyo de otros partidos que se han mostrado dispuestos al diálogo. Otra consecuencia fue patear para febrero la tan ansiada Reforma Laboral, y no quedará otra que sentarse a conversar. El número de legisladores propios se elevó muchísimo, pero no lo suficiente, por lo que enero promete ser un mes de abundantes mesas de café.