Por Orlando Navarro – Periodista

Ha pasado otra Navidad, y nuevamente el presidente Javier Milei rehusó recibir los saludos del Episcopado argentino. Esto ha levantado alarmas entre las autoridades de la Iglesia argentina, celosa de las circunstancias diplomáticas que la relacionan con el poder de turno. Esta vez, frente a la carencia de respuestas a la solicitud de encuentro del año pasado, por parte del Presidente, la Iglesia optó por un saludo escrito, frío y protocolar, que no hizo más que revelar la distancia entre ambos actores de la vida pública.

Un periodista acreditado hace tiempo en las cuestiones vinculadas al Vaticano, significó esta circunstancia en tono crítico hacia el presidente, señalando a la vez la cálida recepción de éste hacia pastores evangélicos no hace mucho. Y apeló al concepto, tan en boga entre los opositores, que alude a la poca capacidad del presidente, para tolerar todo aquel que piensa distinto. Señaló que el “creciente distanciamiento del Gobierno con la Iglesia argentina, acaba de patentizarse con la confirmación que por segundo año consecutivo, la cúpula de la Conferencia Episcopal no cumplirá con la tradición de presentarle sus saludos navideños al presidente de turno”. Agregó luego que la molestia es mayor por la razón que Milei, en ocasión del Día de las Iglesias Evangélicas, se hizo un tiempo para orar en la Casa Rosada con un grupo de pastores.

Es por cierto una situación delicada, que merece analizarse con equilibrio. Para ello, vamos a revisar los antecedentes para tratar de encontrar la punta de la madeja de esta discordancia.

Apelamos a los archivos, encontrándonos con estas manifestaciones de los denominados “curas villeros”, previo a las elecciones del ballotage de 2023 quienes expresaron en un documento “su gran preocupación ante el peligro que significa la posibilidad de que triunfe la fórmula de La Libertad Avanza, cuyos candidatos con discursos y actitudes violentas atacaron al Papa Francisco, desprecian a los pobres promoviendo la eliminación del Estado y ponen en riesgo la democracia reivindicando la dictadura cívico-militar. No decimos a nadie a quién tiene que votar, cada uno elige libremente”, pero advirtieron que “el repudio al candidato de LLA (Javier Milei), con evidente desequilibrio emocional, lo expresamos ya el 5 de septiembre, antes de la primera vuelta. Hoy diríamos lo mismo si el que compitiera fuera otro”.

¿Justifica el contenido de este documento que el presidente se niegue a recibir a las autoridades de la Iglesia?

Hubo una circunstancia anterior, en la que Milei se refirió al entonces Papa Francisco como “la representación del maligno en la tierra”. Grave expresión que aparentemente quedó saldada en ocasión de la primer visita protocolar de Milei al Papa, cuando ya era presidente, con la amable e indulgente respuesta de éste ante las disculpas de Milei, diciendo “cuando uno es joven, suele decir pavadas” y se estrecharon en un abrazo.

Con Milei ya en ejercicio de la presidencia, tanto el Arzobispo de Buenos Aires, como en diversas misas los curas villeros, hicieron saber su disconformidad con las medidas que estaba tomando el Presidente y que estarían afectando a los más vulnerables. En el Tedeum de la Catedral Metropolitana, este año, el obispo Monseñor García Cuerva, manifestó a modo de plegaria “Argentina, levántate, ponte de pie, vos podés, basta de arrastrarnos en el barro de las descalificaciones y la violencia, basta de vivir paralizados en el odio y el pasado, basta de estar con la esperanza por el suelo; es hora de ponerse de pie, unidos, no a los empujones en un sálvese quien pueda”. Siguió diciendo, “muchos hermanos tienen hambre de pan, revuelven basura buscando qué comer, pero todos tenemos hambre de sentido de vida, hambre de Dios. Tenemos hambre de esperanza capaz de despertar la ternura y sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión”.

La dureza de estos conceptos aumentó su significancia, pues fueron expresados frente al presidente y sus ministros, que escucharon con rostro severo y sin inmutarse, estas aseveraciones, que aludían directamente a la política libertaria, con efecto sobre todo entre los más vulnerables.

Las rispideces entre el poder político y la Iglesia no son un fenómeno nuevo.

A esta altura, es de señalar que no tengo registros que en otros gobiernos anteriores ejercidos por el peronismo, se haya señalado con tamaña virulencia por parte de la Iglesia, o parte de ella, la acción del Estado en desmedro de los más necesitados. En ese período del régimen kirchnerista, la pobreza, según estadísticas oficiales, alcanzó cifras superiores al 50% y al momento de esta entrega, durante la presidencia de Milei, habríase reducido al 27,3%.

A Macri, durante su presidencia, le tocó pasar una situación similar cuando hubo de soportar por boca del obispo de Salta, Mario Cargnello, durante la Fiesta del Milagro en 2019, ásperos conceptos cuando lo confrontó directamente en plena misa, sobre su fallida promesa de la “pobreza cero”. Recordándole que los pobres “no son una molestia sino una oportunidad” instándolo a llevarse consigo el rostro de los pobres. Sorpresivamente Macri se sumó al aplauso general, tal vez sin darse por aludido o por no haber tomado nota de la gravedad de la imputación. Otra vez un representante de la Iglesia, despotricando contra un gobierno no peronista.

Anteriormente, en abril de 1987, el primer presidente de la democracia desde 1983, Raúl Alfonsín, radical, recibió de parte de Monseñor Medina, en un Tedeum celebrado por el aniversario de la guerra de Malvinas, una seria acusación sobre casos de corrupción supuestamente habidos en su gobierno. Imprevistamente, en un hecho fuera de todo rito religioso, Alfonsín se dirigió hacia el púlpito y le retrucó esas críticas, defendiendo la honradez de su gobierno democrático, afirmando que estaban construyendo “una patria grande”, y desafiando a Monseñor a que le señalara, en ese momento, cuáles eran los hechos de corrupción a los que se refería. Nunca antes, ni después, se había dado una circunstancia similar en la historia presidencial argentina, al responder directamente una crítica eclesiástica en un acto oficial.

Esta tirantez entre la Iglesia y gobiernos no peronistas, duele y no debería seguir sucediendo. Que ni el Presidente de turno haga ese tipo de desplantes frente a un organismo que, por su carácter confesional, merece respeto y cuidado de las formas. Y tampoco que ningún prelado, tome posturas políticas en favor o en contra de determinada fracción, sobre todo cuando utiliza su enorme poder de convocatoria para hacerlo, como que se trata de la religión que adopta la gran mayoría del pueblo argentino, donde conviven peronistas, no peronistas y de otros idearios políticos.

Ambos deberían anteponer a su óptica parcial y partidaria, que están gobernando, en un caso, o evangelizando, en el otro, a todos los argentinos por igual, con el debido respeto por su inclinación política o su credo. A eso llevan las lecciones de convivencia que a esta altura, deberían ser de aplicación impostergable.