Leemos en comunidad el evangelio de san Juan 20, 19-23: “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a ustedes”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”.

El Domingo de Pentecostés -cincuenta días después de la Pascua- nos muestra, que el Espíritu Santo nos da sus dones para “caminar juntos” en la vida verdadera. Pero esa vida es para llevarla al mundo, para transformar la historia en fraternidad veraz.

Pentecostés es el anti-Babel, donde según el relato del Génesis la soberbia construyó una torre que cayó por su propio peso; y allí hubo confusión y desencuentro. En Pentecostés por el contrario, por la fuerza del Espíritu Santo que unifica, hay luz y claridad, diálogo y verdad.

¿Qué sintieron los primeros cristianos cuando perdieron el miedo y se atrevieron a salir del “cenáculo” para anunciar el Reino de Dios? Pasión por Dios. Pasión por el hombre.

Pentecostés es como la representación decisiva y programática de cómo la Iglesia, nacida de la Pascua, tiene que abrirse a todos los hombres y sus variadas situaciones.

El Espíritu Santo inunda a los profetas que no están por una iglesia estática y por una religión sin vida. Por eso es el Espíritu quien marca el itinerario de la comunidad apostólica y quien la configura como comunidad profética, libre, sinodal y misionera.

Nuestro Padre Obispo Jorge Lozano nos convoca a recorrer juntos el Tercer Sínodo Arquidiocesano. Ya venimos hace más de un año con entusiastas preparaciones al respecto. Ahora, a partir de la fiesta de Corpus Christi ingresamos propiamente en tiempos de Sínodo. Es rezar, pensar, discernir juntos las tareas pastorales prioritarias del Pueblo de Dios que camina en San Juan. ¿Cómo debe desarrollarse la Misión, la Vida Espiritual, la Escucha activa de todas las personas? Estos y otros más, serán ejes temáticos de todo un extenso año de labor sinodal.

¿Cómo no percibir esto como un “nuevo Pentecostés” que viviremos aquí y ahora? ¿No ha llegado el momento de involucrarnos todos de una forma u otra, en esta hermosa tarea? “Temo al Señor que pasa y no vuelve”, decía San Agustín.

El mundo está sediento de paz y verdad. ¿Nos dejamos interrogar por esta fiesta de Pentecostés, que “envía” a todos a anunciar la verdad que da vida y sentido? ¿Cómo anunciar hoy el Mensaje? ¿Cómo llegar a todos sin excepción, comenzando por quienes son objeto de la “primera misericordia” de Dios, los más vulnerables, los descartados, los que no caben en ningún lugar? Porque Dios te ama, te envía.

Por el Pbro. Dr. José Juan García