En boca del presidente Javier Milei la frase “lo peor ya pasó” no sonó demasiado convincente, no sólo porque su propia gestión sigue recibiendo duros golpes electorales y legislativos sino porque este país ha mostrado incontables veces que siempre se puede estar peor. No obstante, eso no significa que como ciudadanos no debamos comprometernos para que ese estado de permanente zozobra alguna vez cambie. O al menos morigerarlo para que sean menos dañinos sus daños colaterales.

Buena parte de la responsabilidad que nos cabe pasa por hacernos cargo de lo que ocurre con las urnas, esa caja de resonancia que nos marca a fuego el camino. Siempre habrá razones -buenas y no tanto- para echarle la culpa a los políticos; políticos que no llegaron de Marte, sino que surgen de nuestra cantera. Los de la casta y hasta los recién llegados, todos son producto de la sociedad que integramos y también de eso debemos hacernos cargo.

Importancia de votar

En virtud de ese parte de la situación es que sigue siendo relevante votar. Que ya acumulemos más de 40 años ininterrumpidos de democracia todavía no nos garantiza que un voto más o uno menos dé lo mismo. Las elecciones realizadas en lo que va del año han mostrado una retracción en el interés por sufragar, pero aún con peros la participación electoral estuvo, en promedio, en el orden del 60%. La percepción generalizada es que nadie paga la modesta multa por no cumplir con la cita cívica y aún así no reciben ninguna sanción. Esto, sumado a la calidad y resultados de los políticos actuales, no son lo que se dice una fuerte tentación para ir a votar.

La demanda es inmediata

Para Juan Germano, CEO de Isonomía, la gente hoy se comporta como si el voto fuera optativo, aunque sea obligatorio. La demanda del ciudadano es inmediata y si no obtiene respuestas rápidamente da señales, por caso no votar. Las cercanas elecciones en provincia de Buenos Aires tuvieron dos millones menos de votos. Contundente mensaje. Para el experimentado consultor, la gestión de Milei se puede resumir en la frase “Haciendo de la sorpresa, la normalidad”. Y el votante, claro está, no quiere sorpresas.

En este escenario, el Observatorio de la Universidad de Buenos Aires planteó la incómoda pregunta de la obligatoriedad del voto en la Argentina. La conclusión de su encuesta reveló que la sociedad está dividida (vaya novedad) frente a la disyuntiva de lo voluntario y lo obligatorio. Aunque esta última opción ganó por escaso margen: 55% versus 43%. Apenas un 2% se inclinó por el siempre práctico “no sabe/no contesta”.

Lo interesante es que el porcentaje a favor de la obligatoriedad no varió demasiado según la edad. Contrariamente a lo esperable, fue el sector más joven el más inclinado a no escaparle a las urnas. El dar el presente crece un poco más si el filtro es el nivel educativo.

Voto on line

Consultados si además de la votación presencial pudieran agregar otra opción y cuál consideran que sería la más confiable, el voto online encabezó las respuestas con el 45%, no sabe o no contesta el 31%, voto postal un 15% y un 8% para el voto proxy (designar a alguien que vote en su nombre).

Un dato no menor sino medular como para que tomen nota todos los candidatos, desde el más ignoto al más encumbrado: el 64% reconoció que cambia su voto según cada elección. Quedan avisados, ya no hay margen para sorpresas.

 

Por Rubén Valle
Especial para Diario de Cuyo