El juez del Tribunal de Impugnación, Eduardo Raed, confirmó la condena de 3 años sin encierro que le habían impuesto al suboficial escribiente de la Policía Federal, Juan Ramón Aballay (51) por un grave episodio: haber apuntado con su arma reglamentaria a dos hermanitas (tenían 13 y 8 años), para que le dijeran donde estaba su padre mecánico. Incluso a la mayor llegó a ponerle el arma en las costillas y la cabeza, cuando la paseaba por toda la casa en busca del jefe de hogar, a quien le había transferido al menos $270.000, convencido de que el padre de esas niñas le iba a vender dólares un precio mucho menor que el del mercado. Era mentira y resultó estafado, porque los ciberdelincuentes le habían hackeado el aparato al mecánico.
Todo pasó cerca de las 20 del 11 de agosto del año pasado en dos casas de Chimbas. En una se metió en busca del mecánico, pero resultó que era la vivienda de un vecino. Luego, de una patada, abrió la puerta de la casa que buscaba y encañonó a dos hermanas (una tercera, por entonces de 5 años) logró esconderse.
En el juicio, la fiscal coordinadora, Daniela Pringles, argumentó que se habían acreditado dos hechos de violación de domicilio y otros dos de amenazas agravadas por el uso de un arma de fuego, contra el vecino y contra las niñas. En su fallo, el juez Raed lo único que consideró no acreditado fueron las amenazas contra el vecino, dijeron fuentes judiciales.
Cuando el defensor de Aballay, Claudio Vera, pidió revisar la sentencia, los fiscales Ignasio Achem (UFI Genérica) y el fiscal de Impugnación, Fabrizio Médici, sostuvieron sus argumentos contra el planteo defensivo.
El policía reclamaba que se tuviera en cuenta que ese día fue a ver qué le ocurría a la familia del hombre, su ‘amigo’, al que le habían hackeado el teléfono, que exhibió su credencial, se identificó como policía y, sobre todo, que no violó ningún domicilio y no encañonó a nadie.
Sin embargo, la entrevista a las hermanitas fueron lapidarias sobre cómo se comportó ese día, lo que llevó a Fiscalía a decir que actuó de manera furiosa y alocada cuando supo que había sido engañado.

