Unas empanadas y algunos tragos de vino sirvieron para pasar un rato agradable en el paraje San Ceferino, San Martín, el sábado a la noche. Hasta que tres de ellos le pusieron fin al encuentro para volver a su casa. Uno de esos amigos, todos amantes de la motos, era Miguel Angel Rueda López (49) dueño de la moto más grande del grupo: una Suzuki 1.300cc. Instantes instantes después ese motociclista terminaba pasando de largo en una pequeña curva de calle La Plata y Divisoria, en Caucete, estrellándose contra un pequeño muro de cemento de un sifón. Entonces máquina y hombre salieron disparados en distintas direcciones: la moto derrapó por el asfalto hasta terminar en un pequeño zanjón de desagüe. Su conductor voló, literalmente, hasta impactar con violencia en un poste de madera del tendido eléctrico.
Pudo ser auxiliado casi en el acto por otras dos personas en moto a las que había sobrepasado, vieron una polvareda. Pero cuando se acercaron a conductor, comprobaron que ya nada podían hacer. Su casco se había partido y en su cuerpo eran visibles las grandes y letales lesiones que le había provocado el siniestro.
Según fuentes policiales y judiciales, esos dos testigos fueron claves para explicar cómo pudieron ocurrir los hechos, pues declararon que el hombre de la moto los pasó muy rápido, tanto, que creían que circulaba a unos 150 km por hora.
Todo pasó alrededor de las 21,30 del sábado y enseguida arribaron al lugar policías de la seccional 37ma. y también los pesquisas de Homicidios y Criminalística, dirigidos por el fiscal Francisco Nicolía y el ayudante fiscal, Maximiliano Gerarduzzi (UFI de Delitos Especiales).
La rápida localización de los testigos sirvió para instalar la hipótesis más seria sobre el origen del siniestro: la posibilidad de una falla humana del propio conductor fallecido, pues ayer parecía casi descartado que algún animal, persona o el conductor de otro vehículo se hubieran atravesado en su camino.
Si esa hipótesis se confirma, el caso podría ser archivado.