La unción de Robert Francis Prevost como papa León XIV en este momento complejo de la Iglesia católica, fuertemente tironeada entre un sector que busca profundizar el camino reformista del papa Francisco y otro que pugna por girar al conservadurismo tradicionalista, es sin dudas la mejor elección para achicar esa grieta. No casualmente el nuevo pontífice centró su discurso ante el mundo en la necesidad de construir la paz, y también de tender puentes, una expresión que dejó marcada a fuego su antecesor argentino en el Vaticano. Nacido en EEUU hace 69 años pero con una carrera religiosa forjada en Perú durante dos décadas, Prevost, quien ocupaba desde 2023 el cargo estratégico de prefecto del Dicasterio de los Obispos, era conocido en los pasillos eclesiásticos como “el yanqui latino”. El apodo no es una referencia naif a su doble nacionalidad estadounidense-peruana, sino un reconocimiento a su capacidad pragmática de conciliar la mirada de los países más poderosos con la necesidad de incluir a los más pobres.
A Prevost se lo puede identificar claramente como un defensor y heredero de la gestión de Francisco, pero con un perfil más moderado para los cambios y de mayor diálogo con otros sectores internos de la Iglesia. Eso lo coloca en una posición de mayor comodidad, sin tanto lugar a las resistencias que Bergoglio había suscitado en parte de la alta jerarquía católica por sus críticas al capitalismo depredador y su apertura a minorías normalmente miradas de soslayo, como los migrantes, los divorciados, los homosexuales y la comunidad LGBTQ.
Después de pasar la infancia en la parte meridional de Chicago, una de las zonas más deprimidas de la ciudad, Prevost se ordenó como sacerdote en 1982 a los 27 años. Más tarde, se doctoró en derecho canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino en Roma. En Perú, adonde llegó a mediados de los ochenta por primera vez, fue misionero, párroco, profesor y obispo (entre 2015 y 2023). Su desempeño como misionero era algo que su predecesor Francisco valoraba especialmente. En el país andino lo recuerdan como un sacerdote siempre dispuesto a visitar las comunidades más pobres.
“Podemos ser una iglesia misionera, una iglesia que tiende puentes, siempre abierta a recibir a todos, como en esta plaza, para acoger a todos con caridad, diálogo y amor”, dijo ante la multitud congregada de la plaza de San Pedro, que estalló entusiasmada cuando unos 20 minutos antes vio la fumata blanca. Prevost también se acordó de los feligreses de su antigua diócesis de Chiclayo. Es de esperar que la insólita mezcla de ambas herencias, la de la Iglesia estadounidense y la latinoamericana, sea una de las claves que distinga su pontificado.
Políglota, licenciado en Matemática, académico de excelencia, proviene de la orden de los agustinos y pasó buen parte de su vida afuera de su EEUU natal. Sus íntimos destacan su afición por el tenis y lo definen como un hombre discreto y reservado, que sintió la llamada del sacerdocio por influencia de su padre, Louis Marius Prevost, de ascendencia francesa e italiana, y catequista. Su madre, Mildred Martínez, era una bibliotecaria de procedencia española.
“Siempre fue amable y cálido, y siguió siendo una voz de sentido común y de preocupaciones prácticas por el alcance de la Iglesia a los pobres”, le dijo a Reuters el sacerdote Mark Francis, amigo de Prevost desde los años 70 y compañero suyo en el seminario. “Tiene un sentido del humor irónico, pero no es alguien que busque el protagonismo”, afirmó el cura. Jesús León Angeles, coordinador de un grupo católico en la diócesis peruana de Chiclayo que conoce a Prevost desde 2018, lo calificó como una persona “demasiado sencilla” que se desvivía por ayudar a los demás. Agregó que Prevost mostró especial preocupación por los migrantes venezolanos en Perú, asegurando que “es una persona que le gustaba ayudar”. Angeles destacó los dotes de liderazgo de Prevost, “pero a la vez es una persona que sabe escuchar. Tiene esa virtud”, aseguró: “El cardenal tiene la deferencia de pedir una opinión, así sea de la persona más sencilla o más humilde. Sabe escuchar a todo el mundo”.
Ahora, ya como León XIV, se puede anticipar que seguirá muchos pasos de Francisco (a quien le agradeció en su discurso desde el balcón de la basílica), sobre todo en lo vinculado a la justicia social, el misionar constante, bregar por los pobres y mantener una Iglesia de puertas abiertas. Pero es toda una incógnita qué línea adoptará sobre temas como el aborto, las minorías sexuales y el rol de la mujer en la Iglesia.

> El primer discurso, con la paz como eje y mención a Francisco
Tal como solía repetir su antecesor argentino, la frase de “construir puentes” como una forma de apertura y de diálogo fue elegida en las primeras palabras de León XIV ni bien fue anunciado como el nuevo jefe de la Iglesia católica, credo que reúne a unos 1.400 millones de fieles en el mundo. El nuevo pontífice hizo especial hincapié en la necesidad de buscar un camino de paz, sin hacer referencia a conflictos concretos pero a conciencia de los múltiples enfrentamientos que hay en el mundo. A continuación, el discurso completo que dio el Papa desde el balcón.
“La paz esté con todos vosotros. Queridísimos hermanos y hermanas. Este es el primer saludo de Cristo resucitado que ha dado la vida. El Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. Yo también querría que este saludo entrase en nuestro corazón y llegase a vuestras familias, a todas las personas, estén donde estén. A todos los pueblos, a toda la Tierra. La paz esté con vosotros.
Esta es la paz de Cristo resucitado. Una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios. Dios, que nos ama a todos de manera incondicional. Aunque ahora, nosotros aquí seguimos conservando en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco que bendijo a Roma.
El Papa que bendijo a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero. Esa mañana del día de Pascua. Permitidme seguir esa bendición. Dios nos quiere. Dios nos ama a todos. Y el mal no prevalecerá. Todos estamos en manos de Dios.
Por lo tanto, sin miedo, mano a mano, unidos hoy de la mano de Dios y entre nosotros, avancemos hacia adelante. Seamos discípulos de Cristo. Cristo te precede. El mundo necesita su luz. La humanidad necesita de él como el puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayudadnos también a ser vosotros, los unos con los otros, a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un único pueblo siempre en paz. Gracias al Papa Francisco.
También quiero dar las gracias a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser el sucesor de Pedro y caminar junto a vosotros como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, buscando siempre trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo. Sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.
Soy un hijo de San Agustín. Agustiniano. Que dijo “Con vosotros soy cristiano y por vosotros obispo’. En este sentido podemos todos caminar juntos hacia esta patria que nos ha pereparado Dios.
A la Iglesia de Roma, un saludo especial. Debemos comenzar juntos una iglesia misionera. Una iglesia que construya puentes de apertura y de diálogo siempre abierta a recibir. Como esta plaza, con los brazos abiertos a todos. Todos aquellos que necesitan caridad. Nuestra presencia, el diálogo y el amor.
Y se me permiten, también una palabra, un saludo a todos aquellos y en modo particular a mi querida Diócesis de Chiclayo en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo.
A todos vosotros, hermanos y hermanas, de Roma, de Italia, de todo el mundo. Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercanos, sobre todo a aquellos que sufren”.

