Así como a nivel nacional hay especial preocupación por identificar y detener a los autores de los hechos de vandalismo que se suceden en las grandes capitales, en ocasiones de manifestaciones o protestas, en nuestra provincia no se procede de la misma forma con los numerosos casos que a diario se cometen y que dañan el patrimonio público, quedando en el anonimato y sin que nadie pague por el daño ocasionado.
Uno de los objetivos preferidos por los vándalos son los elementos de seguridad y señalización de rutas y caminos de nuestra provincia. Sólo basta recorrer algunas de las rutas que llevan a los departamentos alejados para comprobar que son pocos los carteles señalizadores que no han sido pintados, deformados o, directamente, destruidos por personas que han pasado por el lugar y no han tenido mejor idea que vandalizar la señalización, sin tomar conciencia de su utilidad y la necesidad de contar con ella como guía del camino.
En la Ruta 141 que conduce al distrito Vallecito, donde está el paraje Difunta Correa, los desaprensivos de siempre se han llevado los guard rail o defensas viales que habían sido colocadas en cada uno de los puentes sobre los que pasa la ruta, a lo largo de varios kilómetros. Quienes se tomaron el trabajo de retirar las pesadas planchuelas de hierro actuaron con absoluta impunidad sin importarles que alguien los identifique y denuncie.
Otra muestra de vandalismo a gran escala es la que se advirtió en ocasión de la última carrera de TC2000 que hubo en el autódromo del Villicum, en Albardón. Como hacía un tiempo que no se realizaba ninguna competencia automovilística en este lugar, los organizadores al momento de habilitar el circuito se encontraron con una gran cantidad de daños en la infraestructura, como también en algunas instalaciones necesarias para la carrera.
Siguiendo con la larga lista de daños ocasionados en espacios públicos, periódicamente se suceden destrozos en plazas y plazoletas de barrios y villas, lo que ocasiona serios perjuicios económicos a los municipios en su posterior intento por repararlos. Los bancos de las plazas; los sistemas de riego por aspersión; las farolas de iluminación y los monumentos, son los principales objetivos de destrucción, en una actitud que es totalmente incomprensible.
Hay otros sitios preferidos por los vándalos como la Terminal de Ómnibus; algunas escuelas a las que entran por las noches y hasta los baños del Centro Cívico en los que en varias ocasiones han roto surtidores y otros elementos. La infraestructura de la Quebrada de Zonda, en Rivadavia, y los paradores ubicados sobre el camino a Difunta Correa también figuran entre los sitios más devastados.
La identificación de los autores, como también la determinación de la sanción correspondiente, son dos aspectos que deben ser tenidos en cuenta a los fines de que todos estos casos no queden impunes y se apliquen sanciones a estos inadaptados, de manera que sirva de ejemplo de que de ahora en adelante no se tolerarán más esos comportamientos y que se aplicará como sanción lo que la ley disponga.
