Un grito, humo, desesperación. Ocurrió a eso de las 00.30 de ayer, cuando los humildes pobladores que ocupaban un caserío de ranchos y construcciones precarias a ambos lados del callejón Ruperto Martínez, en La Chimbera, 25 de Mayo, se sacudían la modorra de la habitualidad. Y pasaban a ocuparse y preocuparse por ese siniestro, imparable, que ganaba cada centímetro en el interior de un monoambiente de block de cemento, que una joven oriunda de Mendoza había usurpado un año atrás para habitar con su pareja (también mendocino, preso desde diciembre pasado) y sus dos pequeños hijos, una nena de 7 años y un varón de 1 año. En esos momentos dramáticos, una de las vecinas vio algo que la estremeció: “Hubo un grito, tiró al nene por la ventana y salió ella dejando a la nena en el fuego”, contó una mujer, que había hablado con la vecina que vio todo.

MACABRO. Cuando Bomberos logró controlar las llamas, se toparon con el cuerpo de la pequeña niña, que no pudo escapar.

Cuando la joven salió, estaba quemada. Que no saliera la nena llenó de alarma a todos, porque esa niña había convertido a todos en sus familiares. Todos en el asentamiento eran sus tíos, sus abuelos, sus parientes. Y nunca faltaba en ella una sonrisa y un abrazo como primer acercamiento.

Por eso fue que uno de los jóvenes de la humilde barriada, no dudó en mojarse en entero, con ropa y todo, y se metió a buscarla entre el humo, las llamas y los escombros. Fueron instantes dramáticos hasta que el joven volvió a salir, pero sin la pequeña. “Dicen que la encontró, pero cuando la tocó se le quedaban los restos entre las manos. Salió y quedó muy conmovido con todo eso. Dios mío, que cosa más terrible”, se lamentó otra de las vecinas consultadas por este diario.

Todo era conmoción ayer en el asentamiento Callejón Ruperto Martínez, construido de a poco hace unos 10 años en ese precario camino de tierra que corre paralelo (hacia el Norte) a la Ruta 279, entre las calles 25 y 26, en La Chimbera.

¿QUE CAUSÓ EL FUEGO?

Los investigadores más suspicaces, no tardaron en anudar dos cabos aparentemente sueltos tras la novedad del siniestro: la joven madre de esa nena que no pudo escapar a las llamas, era Danisa Aveiro (24), quien quedó formalmente imputada en la Justicia Federal, por su vinculación al comercio de drogas, agravado por la cantidad de personas (ella, su pareja y 9 personas más) y porque la venta se producía dentro una institución estatal, la cárcel.

De hecho, ella había sido la punta de la investigación cuando descubrieron que ingresaba cocaína al interior de la prisión donde su pareja, el también mendocino, Cristian Jesús Latorre, está preso desde diciembre pasado.

De esa investigación encarada en forma conjunta entre pesquisas de Drogas Ilegales y de la Federal bajo directivas del fiscal federal, Fernando Alcaraz, se desprendió que 6 presos estaban vinculados a las operaciones de comercio dentro de la cárcel, que varios de ellos, como Latorre, usaban a sus mujeres para ingresar los estupefacientes. Que al cabo de un año el negocio pudo reportarles ganancias por casi 600 millones de pesos. Y que semejante negocio no ocultaba la posibilidad de una posible vinculación del personal penitenciario, tal como anticipó este diario el último lunes. El caso, por ahora, tiene al menos cuatro prófugos, dos hombres y dos mujeres.

Un primer análisis en la escena del incendio por parte de peritos de Bomberos y el hecho de que la misma Danisa Aveiro dijo antes de desmayarse (ayer en la madrugada) que el fuego pudo iniciarse por una vela con la que ella se alumbraba porque no tenía servicio eléctrico, parecieron inclinar las miradas a la hipótesis de un siniestro de origen accidental. De todos modos, los investigadores no descartarán ninguna teoría hasta contar con el informe definitivo de Bomberos.

>Un trasfondo de marginalidad y de pobreza como una constante

Danisa Aveiro, quedó grave.

Danisa Aveiro, su pareja Cristian Jesús Latorre y sus dos pequeños hijos, de 7 y 1 año, habían llegado de Mendoza un año atrás. Se instalaron en un precario monoambiente de block de cemento que usurparon en el asentamiento Callejón Ruperto Martínez, porque su dueña se había mudado a Caucete. Allí, el jefe de hogar pareció seguir haciendo lo que hacía en Mendoza: vender drogas. Tuvo una caída, pero recuperó su libertad y volvió con su familia a su provincia. Pero al regresar, volvió a ser detenido en diciembre pasado, por problemas de estupefacientes. Y entonces su familia volvió a mudarse al lugar que usurpaban.

Alli, las cosas no cambiaron mucho para la joven. Acorralada por la pobreza, todo indica que además de llevarle droga a su pareja a la cárcel, también la vendía en el asentamiento, pero aún así no le alcanzaba.

Usurpaban. Los vecinos dijeron que la pareja mendocina y sus hijos, usurpaban un precario monoambiente en el asentamiento Callejón Ruperto Martínez.

De hecho, días atrás uno sus amigos mendocinos que también viven en ese barrio, tuvo un problema con ella y le sacó el cable que la conectaba clandestinamente al servicio eléctrico.

La convivencia con sus vecinos no le acarreó mayores problemas, en gran parte por su hija, pues la pequeña se hacía querer con todos. ‘Los abrazaba a todos, a todos les decía tíos o abuelos, era un amor. Era una flaquita, pobrecita, si no comía en la escuela no comía, por eso muchos de nosotros le dábamos algo para alimentarla’, contó ayer una vecina.

Ayer, la joven seguía internada con lesiones graves. Su declaración, es clave para saber qué pasó.