A partir de aquel día en el kiosco de su vecino, empezó a sentir culpa, angustia, tristeza. Por las noches la atormentaban las pesadillas y comenzó a ver el mundo como algo peligroso. Tanto, que no quería ir a la escuela ni salir de su casa. La estresante situación que atravesaba esa niña de 9 años estalló en un llanto desconsolado el 8 de noviembre de 2019, cuando una vecina, madre de una amiguita a la que iba a visitar para tomar mate, le pidió que fuera al comercio de su vecino. Entonces vio lágrimas y que a esa niña ‘le temblaba la pera’. En el acto se acercó, la abrazó y le preguntó qué ocurría, ante la sorpresa de su pequeña hija que tampoco entendía nada. Fue ahí que esa niña le contó que una semana atrás, había ido hasta el comercio del vecino en cuestión porque de su casa la mandaron a comprar huevos. Y que en medio del trámite el sujeto la hizo pasar hacia el interior de su casa en Santa Lucía y le metió los dedos en su vagina.
Ante esa mujer y ante las psicólogas del ANIVI que la entrevistaron, precisó que quedó con dolor. Y que, además, ese hombre le dio un beso en la boca y le pidió que no dijera nada. Ante semejante revelación, la vecina llamó al padre de la menor y ese mismo día hubo denuncia.
El sujeto en cuestión se llama Alejandro Andrés Juárez Reynoso (albañil, 47 años, alias ‘Yenco’) y fue capturado el 27 de setiembre del año pasado. Para entonces, ya cargaba con una condena de 3 meses de ejecución condicional (sin encierro) por el delito de desobediencia a una orden judicial.
Al llegar a juicio, decidió admitir su responsabilidad en el grave delito que le atribuían y también cumplir una pena de 7 años de cárcel. A través de su defensor, Gustavo González, el acusado logró un acuerdo de juicio abreviado con el fiscal Daniel Galvani. Y finalmente el juez de Cámara Penal, Juan Bautista Bueno de la Cruz, le impuso el castigo pactado por el delito de abuso sexual con acceso carnal.
En su sentencia, el juez adhirió al planteo inicial de Fiscalía, para considerar el hecho como un caso más de acceso carnal en su modalidad de ‘coito vestibular o vulvar’, porque la médica que revisó a la niña detectó su himen conservado, es decir sin las lesiones típicas que dejan las violaciones, indicaron fuentes judiciales.
De todos modos no hizo lugar a unificar el último castigo con el que ya registraba, porque el delito de desobediencia a una orden judicial había sido cometido luego de la agresión sexual, situación que impedía la unificación de condenas, precisaron.

