Rusia se ha sumado a la carrera de las naciones desarrolladas que buscan imponer un producto en el mercado de fármacos de supuesta eficacia contra el Covid-19 y, como en todos estos casos, la comercialización apunta a regiones con débil resguardo inmunológico, altas tasas de contagios y víctimas fatales, incluyendo a países de América latina. Frente a la indefensión sanitaria y mientras se espera una vacuna confiable contra la pandemia, las ofertas tienen más visos de captura de negocios e imagen política que de cobertura medicinal.


El Ministerio de Salud de Rusia ha presentado a Avifavir como "el primer fármaco para el tratamiento del Covid-19", un antiviral desarrollado a partir del medicamento japonés Favipiravir, usado contra la influenza y que para la comunidad científica no tiene pruebas concluyentes sobre la efectividad para combatir el coronavirus. Sin embargo Moscú ya inició negociaciones para el suministro a Centroamérica, luego de presentarlo en la embajada rusa en Guatemala mediante una convocatoria virtual a varios países, agencias especializadas y al Parlamento Centroamericano (Parlacen) como punto de partida para comercializarlo en toda Latinoamérica.


Rusia aparece en escena luego de la polémica compra de Estados Unidos de casi toda la existencia mundial de Remdesivir, incluida la producción de lo que resta del año por más de mil millones de dólares, a fin de controlar el mayor brote de la enfermedad en el planeta. Pero este antiviral, utilizado contra el ébola, en absoluto es un remedio concluyente porque ataca una enzima que el virus necesita para reproducirse dentro de las células, sin nada que garantice contra el Covid-19, aunque también ha sido aprobado por el Reino Unido y otros países, sin ninguna evidencia de que pueda salvar vidas.


Otro fármaco presentado en el plano internacional es la Dexametasona como esperanza para el tratamiento de pacientes graves, un asteroide que el ser suministrado en dosis bajas ha demostrado ser uno de los mejores avances en la lucha contra el virus, pero al igual que los de la competencia, la efectividad es más concreta en pruebas de laboratorio y en ciertos pacientes con mayor tolerancia. Japón también está en esta carrera de medicamentos para la pandemia y comercializa Avigan un tratamiento de emergencia contra la influenza lanzado en 2014, pero nada es definitorio. Por eso es la vacuna donde se depositan todas las esperanzas.


Este panorama es parte de un movimiento de laboratorios multinacionales y países interesados en alcanzar un liderazgo económico con perfil político como protagonistas del salvataje a la humanidad.