La Amazonia, el pulmón del planeta, nunca tuvo un apoyo externo para impedir la deforestación como lo ha conseguido ahora a través del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), gracias al pedido formal de siete de los ocho países, a excepción de Venezuela, con jurisdicción en el ecosistema. El fondo será destinado a fomentar modelos de desarrollo más sostenibles como nunca se había intentado.
Esta iniciativa se enfoca en cuatro áreas entrelazadas: la primera es la bioeconomía que combina la protección del ambiente y la producción económica, que se complementa con la segunda, nuevos modelos de agricultura y ganadería sustentable, ya que los actuales impulsan la degradación de los bosques. Luego, para que esto funcione, se dispone la conectividad dentro de la región y con el resto del mundo, y finalmente se prevé la inclusión de las poblaciones locales que enfrentan serias desigualdades.
La trascendencia de este salvataje, a diferencia de los intentos anteriores, es la voluntad política de las naciones involucradas, el financiamiento del BID, con 20 millones de capital semilla para poner en marcha el proyecto, y el interés del sector privado para invertir en los territorios amazónicos que de hecho tendrán de ahora en más una rigurosa protección como lo pedían las organizaciones ambientalistas.
El año pasado, a pesar de la paralización por la pandemia, se talaron 11.088 kilómetros cuadrados de selva tropical, la mayor depredación desde 2008, recayendo las críticas en el presidente de Brasil que retiró los fondos de protección argumentando la crisis sanitaria, y dejó también desamparados a más de 30 millones de personas que habitan la región, incluyendo a 1,5 millones de indígenas, quienes a pesar de defender la naturaleza desde tiempos ancestrales, sufren persecución, discriminación y hasta asesinatos.
A partir del capital semilla otorgado por el BID, se espera sumar más de 1.000 millones de dólares a través de socios privados y otros donantes, como el Fondo para el Medio Ambiente Global. Es que el encuadre dado ahora a la Amazonia se lo vincula al futuro de la humanidad porque la mayor amenaza actual es el cambio climático y una forma de enfrentar sus efectos es, precisamente, resguardar el colosal ecosistema.
Con esta asociación, encabezada por el BID, no quedan dudas de que todo lo que se haga para proteger a la Amazonia es compatible con el crecimiento económico global sustentable en base a la utilización de los recursos naturales con los límites planetarios.