Tras la separación artística de Carmen Barbieri, de quien fue pareja en los ’80 y después mano derecha en Barbierísima, Beto César se convirtió en protagonista de ‘el culebrón’ del verano. Con ese revuelo de plumas en sus espaldas, aterrizará en San Juan para presentar el unipersonal ‘Todo lo que usted quiere saber…Y ahora él puede contar’, el próximo viernes a las 00 en el Casino del Bono Park (Ig. de la Roza 1946 Oeste. Entrada gratis). En esta producción, el humorista y actor que en 2012 se animó al Bailando por un Sueño; no deja títere con cabeza. Carmen, Moria, Santiago Bal, son algunos de los personajes de esta parte de su historia, que relata en DIARIO DE CUYO.

– ¿De qué se trata este show que verán los sanjuaninos?

– Es un unipersonal con monólogos, imitaciones, canciones. Un repaso completo de mis últimos tiempos, azarosos y para nada tranquilos. Mi vida cambió hace dos años.

– ¿Es un espectáculo casi ‘escandaloso’?

– ¡Escandaloso espero que no! No quiero hacerle publicidad a nadie. Lo que hago es ‘divertirme’ con algo que me sucedió y fue feo.

¿El humor es una herramienta?

– El humor me salvó de todo. Si la gente, incluidos nuestros gobernantes, hiciera catarsis a través del humor, sería diferente. Lanata en su programa lo hace, dice cosas terribles con el humor y el stand up, y a la gente le gusta.

– A quienes no le gusta su comicidad es a Carmen, Moria y Santiago Bal…

– Cuando sos humorista, aprendés a reírte de vos mismo, no es fácil tener este ejercicio. Y que estas mujeres, que se autotitulan capocómicas, no tengan humor, es raro. Pero la palabra ‘capo’ no me gusta, suena a mafia. Además, no es una cuestión machista, sino que la historia revela que el humor es casi privativo del hombre, son muy pocas las mujeres humoristas, graciosas o cómicas, una de ellas es Fátima Flores.

– ¿Por qué?

– Es diferente, no sé si será glandular (risas), no tengo idea…

– ¿Cómo describiría lo que hacen Barbieri y Moria?

– Ellas se llaman capocómicas y no es así, es un invento; es como si yo mañana me título El rey de la comedia.

– ¿Es por este unipersonal que Casandra, la asistente de Bal, salió a decir que usted engañó a Carmen con un cómico cuando estuvieron casados?

– Está dentro de un fenómeno social que responde a una serie de personas sin escrúpulos; hay muchísimas en la televisión y una de ellas lleva ese nombre. Ni me conoce, estuvo conmigo en una sesión de fotos de Barbierísima y en una prueba de vestuario. Es un mamarracho.

– ¿Siente que lo atacó?

– Pero no es solamente a mí, sino a aquel que es conocido. No van a hablar mal del que tiene un kiosco, eso no le va a dar una nota. Forman parte de una bandada de cacatúas, con perdón a las cacatúas que son hermosas, que van pululando de canal en canal. Si estas personas emplearan un poco del tiempo que gastan adelante de una cámara en tomar clase de actuación o baile o algo así, la vida cambiaría. Es como una logia, es la selva.

– En su caso, ¿cómo fue irse de esa selva?

– Me vi envuelto. Uno es partícipe necesario de las cosas que le pasan y en este juego hay que tomar responsabilidades. Más allá de lo que podés ver en mí, cuando vas a ver un espectáculo mío, ves un espectáculo, yo solvento arriba de un escenario no sólo años de trayectoria, sino condiciones. Pero me moviliza mucho la injusticia, no puedo pensar que de la noche a la mañana una persona pueda ser buena y después traidora.

– ¿Eso descubrió en Carmen Barbieri?

– Sí, no me entra en la cabeza. Soy un tonto. Reafirmo eso de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo la conocía y soy un tarado, me olvidé de lo que me pasó cuando me separé de ella. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez?

– Y… le dio otra oportunidad.

– Y uno ve algo herido y quiere ayudar. Pero lo hecho, hecho está.

– ¿Se arrepiente?

– Jamás, porque me encontré con el público, eso fue bueno. Uno aprende hasta de las experiencias más duras; si no las hubiera, sería difícil saber qué es lo bueno. Con mi mujer hablamos de cómo habilitamos a gente que después paga de esa manera. Como diría el Nano Serrat: entre esos tipos y yo hay algo personal.

– ¿Cuesta despegarse de la maquinaria Faroni – Barbieri?

– Es un círculo vicioso, se va retroalimentando y es difícil dejarlo. Fue muchísima la presión de pasarlo incómodamente y el paso fue feliz. Cuando me liberé, respiré. Además, hay una serie de dimes y diretes, e intrigas palaciegas que son increíbles. Edgar Allan Poe es un tonto al lado de esta gente maquinando maldades. Llegué a la conclusión de que en los programas del espectáculo, no importa la verdad sino la ficción.

– ¿Por qué sigue yendo entonces?

– Estoy dejando de ir, no quiero saber más nada. Si de dos uno no quiere, dos no pueden. ¿Contra quien se van a pelear si me voy?

– ¿Contra otro que aparezca?

– Y por fin yo quedaré liberado de estas sirenas, como las que encantaron a Ulises, pero que aquí son monstruosas…