Best seller de la autoayuda, tras una masiva primera vez el pasado 30 de marzo en el Estadio Cerrado Aldo Cantoni en adhesión al Día de la Mujer (en un principio iba a estar en el Centro de Convenciones, pero la demanda de invitaciones superó la capacidad y la organización tuvo que cambiar de escenario), la exitosa psicóloga chilena Pilar Sordo cruzó la cordillera en un periplo que hoy la trae nuevamente a San Juan. 46 años, viuda desde hace 2, mamá de dos hijos, se codeó varias veces con la muerte pero salió adelante. Claro está que el sufrimiento no amainó el humor de esta locuaz mujer, sino todo lo contrario. Convertida casi en una showoman, fue su herramienta principal para abordar la complejidad de las relaciones humanas y para comunicarse con el público, que la entronizó entre los gurúes de siglo XXI, término del que ella prefiere escapar.

Simpática, cálida y con su tonadita de finales estirados, ayer Pilar reflexionó sobre esa fama que aún la sorprende -dentro y fuera de su país- y en ese tren hasta confesó sus propias obsesiones a DIARIO DE CUYO

– Sos un suceso de ventas. Se te rotula "la primera gurú mujer de la autoayuda"

– No me siento un fenómeno de nada. ¡No soy nadaaa! (risas).

– ¿Cómo que no sos nada?

– ¡Esa cosa del gurú me da un pudor tremendo! ¡Con suerte uno se resuelve uno mismo, para sentir que es gurú del alguien! Intento hacer lo mejor que puedo y si a alguien ayudo ¡es una maravilla!.

– Recorriste varios países, tu próximo destino es Guatemala. ¿Los temas que abordás son los mismos en todos lados?

– A Guatemala voy en agosto y ya estuve allí varias veces, Centroamérica me conoce antes que Argentina. Yo intento validar mis investigaciones en los países en los cuales las voy a contar, no me atrevo si no.

– ¿La problemática emocional no tiene fronteras?

– Sí, pero con matices y lecturas diferentes…

– ¿Cuándo empezaste a indagar en la autoayuda?

– Desde toda la vida, llevo casi 28 años de psicóloga.

– ¿Esta vocación se despertó en tu adolescencia?

– Nunca soñé nada de lo que me está pasando, ni lo tenía planificado. Yo intentaba investigar pero nunca pensé escribir un libro, eso fue sucediendo, intenté ser obediente con lo que la vida me daba. Sí pasó que, desde adolescente, quise ayudar a los otros: pensé en estudiar abogacía o periodismo, o ser religiosa; hasta que encontré que, los talentos que Dios me había dado como el humor y mis investigaciones, hacían que mis defectos se notaran menos siendo psicóloga (risas).

– ¿Qué defectos querías disimular?

– Fundamentalmente lo obsesiva, perfeccionista y ansiosa que soy, y mi inseguridad en ciertas áreas; las cosas que tenemos todos…

– También se te percibe humilde y tímida…

– Humilde porque soy una eterna alumna de la vida; lo primero que hago en las mañanas es sentir que algún aprendizaje me tiene que traer. En cuanto a lo tímida, estoy dejando de serlo; pero lo fui mal, no me atrevía a cruzar una avenida porque sentía pavor que, desde los autos, me miraran en el semáforo en rojo; un caso de analista crónica.

– ¿Cómo superás la timidez?

– Con la vejez voy perdiendo mi temor al ridículo, me dio cierto grado de desfachatez. Cuando veo los teatros repletos en Argentina, me pregunto: ¿qué hago aquí?, porque este no es un dato menor, no es lo mismo que una platea de chilenos.

– ¿Por qué la diferencia?

– Los argentinos son más intensos. Cuando aman a alguien lo hacen con locura y cuando lo odian -que espero no estar en ese lugar-, lo pueden hacer mier..(risas), pero eso hace que adore a este país porque yo soy un poquito así.

– ¿Cómo te preparás?

– La habilidad teatral no sé mucho de dónde me sale, para mí es como un enigma, nunca hice teatro, es un desborde de pasión que me asombra.

– Coelho, Osho…. ¿Quiénes son tus referentes?

– Leo de todo un poco. Mi referente es la gente que quiero y me merece respeto, como mis padres, mis amigos, psicólogos y referentes espirituales.

– ¿En qué sos distinta?

– Primero porque la gente descubre que hay investigación en mis libros; segundo, por el lenguaje sencillo; y tercero, por el humor que borra barreras para que la gente no se coloque a la defensiva.

– ¿La autoayuda es un género menor dentro de la literatura?

– Desde el lugar que se la desprestigia es de una soberbia infinita; es gente que supone que nadie necesita ayuda. Si leo un libro cualquiera y hay una línea que me sirve, ¡bendito sea!, me importa un carajo de donde salió.

– ¿Qué les decís a los que critican este formato?

– Que cuando critican algo sean capaces de haberlo visto y que tienen todo el derecho a discrepar, que no asumo que sea verdad nada de lo que digo. La gente que dice que no necesita ayuda ¡que bien!, yo la necesito todos los días.